El virus desconcertante. 18 de abril de 2020.
por Kurt Schleicher
Pues sí, llevamos
un mes y pico (¡!) de “prisión preventiva” debido a un virus coronado de muy
mala uva. Cada día se nos presenta algo nuevo que nos desconcierta; en fin,
prisión no es lo mismo que confinamiento, pero cuando le condenan a uno, al
menos se sabe por cuánto tiempo es, y aquí ni eso. Nos movemos por chispazos y
además nos vigilan por si nos salimos de las veleidosas y cambiantes normativas
que se nos aparecen día a día casi de forma visceral.
El enemigo ha
entrado a traición, pese a las múltiples señales que se iban teniendo, pero
claro, siempre se pensaba que este virus se comportaría como sus primos de la
gripe. Hace un mes y cinco días, la señora Merkel hacía bromas con sus colegas
de gobierno evitando dar la mano al saludarse, pero en España al que iba con
mascarilla y guantes en el metro se le miraba con extrañeza y más de uno se
cachondeaba. Y si te negabas a darle la mano a alguien, pitorreo al canto. Ya
por aquellos días a finales de febrero no había mascarillas en las farmacias y
tampoco en las tiendas de pintura, ni en las ferreterías ni en las droguerías;
los más previsores ya habían acabado con las pocas existencias que había y a
precio de coste (60 céntimos o así). Los médicos políticos o políticos médicos
nos tranquilizaban (seguramente seguían consignas para evitar un estado de
alarma, sin sospechar que eso es precisamente lo que iba a suceder cuando los
números fueran engordando demasiado) aseverando que las mascarillas no valían
para nada, excepto en el raro caso de estar contagiado, evitando que se
propagase. Vamos, que las mascarillas sólo funcionaban en un sentido. Resulta
que hay varios tipos de mascarillas, las sencillotas de los dentistas y las
mejores, llamadas fp2 y fp3, de las que nadie nos informó de ellas, y ni se
pidieron. ¿Para qué, si las primeras se podían hacer en casa con una servilleta
y un par de gomas? Sólo las últimas protegían razonablemente, pero parece
mentira que habiendo pasado mes y medio sólo se ha logrado proveer al personal
de unas mascarillas de cirujano tipo “home
made” o de andar por casa, mientras que de las otras algunos sinvergüenzas
han pretendido hacer negocio (como las de una empresa gallega, con las fp2),
pero sigue sin haber existencias suficientes. Es increíble la dependencia del
exterior, China en especial, para hacernos con mascarillas; me digo yo, ¿no se
podría haber encargado la fabricación urgente de mascarillas fp3, las únicas
que de verdad protegen, a alguna de las múltiples empresas del ramo textil,
evitando de paso que vayan al paro? Y si encima se les da una generosa
subvención si las tienen disponibles antes de un mes, miel sobre hojuelas. Pero
nada, que nos las den los chinos, y encima mal hechas. Los de Zara seguro que
tienen suficientes medios para transformar parte de su imperio en mascarilleros
de lujo, aunque hay que decir que D. Amancio ya se ha portado como un señor
donando más de 300000 mascarillas. Repito: hoy deberíamos de disponer de miles
o millones de las fp3 tras adaptar las muchas fábricas textiles que hay en
nuestra piel de toro, con las que podríamos salir con más tranquilidad, con un
95% de protección. ¿No valen para nada? Por favor…
En cuanto a los
respiradores, SEAT ha sido capaz de adaptarse y fabricarlos; me parece que
fabricar respiradores es un poco más complejo que mascarillas. ¡Y se ha hecho!
Cierto es que con eso no daba ni para empezar, pero ¿no tenemos también al
grupo PSA de Citröen y Renault, o Ford en Almusafes? No tienen más que espiar a
Seat y copiar. Pues nada, a pedirlos a los turcos, engaño incluido.
Por aquellos
días, ya en marzo, de repente se informaba por el gobierno que había tres mil
contagiados, cifra basada en no se sabe qué. Con gesto triste, el máximo
responsable nos decía que podríamos llegar a tener en el peor de los casos unos
diez mil casos y que después ya se aplanaría la célebre curva tras pasar el no
menos famoso “pico”. Bendito optimismo; hoy estamos a punto de alcanzar los
200000 contagiados (¿?). ¡Cuánta razón tenía aquél documento que cifraba la
predicción entre 100000 y 300000, en función de las medidas que se tomasen! Y
ahora, al cabo de mes y medio, ya no nos podemos fiar ni de las cifras. ¡Qué
manía de hacer pruebas! ¿Para qué? Como no sea para afinar las estadísticas, si
te puedes contagiar en cualquier momento que te descuides y encima el virus puede
reverdecer en las personas dadas de alta (aunque se dice que de forma más leve
y en un porcentaje relativamente bajo), lo mejor es suponer que estás
contagiado y confinarte todo lo que puedas. Cuando hayan pasado dos o tres meses
sin síntomas, o has pasado por el coronavirus sin enterarte y ya no contagias
(¿?) o estás limpio, con riesgo de contagiarte, pero a esas alturas ya debería
ser más difícil.
Creo recordar que también
por aquellos mismos días ya se limitaban los eventos multitudinarios, los de
más de cinco mil o de mil personas, como si eso fuera suficiente, pero aquí se
permitieron “excepcionalmente” los del “8M”, los del mitín de VOX, y la visita
de catalanes separatistas a otro evento en Perpignan. ¡Naturalmente! ¡Cómo se
iba a prohibir a las señoras a que se manifestaran o a los separatistas que
viajaran en atestados autobuses! Y no sólo eso; ya por entonces se sabía lo que
había pasado en el norte de Italia, cerrando Lombardía, con un aluvión de
contagios. Cuando se filtró la intención de cerrar los aeropuertos de allá,
hubo desbandada italiana, pero a nadie se le ocurrió tomar medidas restrictivas
en los aeropuertos españoles, en especial Barcelona o Madrid. Recuerdo la
entrevista a un italiano proveniente de Milán, con su mascarilla y todo,
comentando su extrañeza por la falta de controles, pues él honestamente no sabía
si estaba contagiado o no. Y así lo menos estuvimos durante una semana; si por
entonces había alrededor de 50 vuelos diarios (¿?) de Italia a España, un
somero cálculo nos lleva a 7 días x 50 vuelos x 150 pasajeros = 52000 potenciales contagiadores provenientes de
una zona caliente. No está mal.
Los mismos médicos-políticos
de antes nos informaban de que el virus se limitaba a viajar a poco más de un
metro de un contagiado que tosiera, pero no se contaba con la potencia de un
estornudo, que podría lanzar el virus bastante más lejos. Dejando esto a un
lado, una leve tosecita podría facilitar el aterrizaje de unos cuantos virus en
lo que más tocamos, es decir, botones, barras, mesas, sillas, etc. y quedarse
allí malévolamente acurrucados. Luego llegan las potenciales víctimas, a las
que no se les ocurre otra idea mejor que sacarse los mocos, restregarse los
ojos o sacarse un trozo del bocata de jamón que se ha quedado entre los
dientes, invitando al coronavirus a extender sus horizontes. Los mismos médicos-políticos
o políticos-médicos afirmaban por entonces que en menos de una hora ya se habrían
“desactivado” de esas superficies; luego pasaron a ser ya varias horas, pero
que no nos preocupásemos, que en el aire no se quedaban. Será que ya han
aprendido a volar, pues ahora sí que pueden permanecer en el aire por algún
tiempo. Es decir, que si nos metemos en un ascensor con guantes para no tocar
los botoncitos, tampoco estamos ya seguros si algún contagiado ha usado el
mismo ascensor poco antes y seguimos estando en peligro sin mascarilla. Y es
que no vale para nada, por supuesto. En los telediarios se veía que todos los
chinos iban con su mascarilla puesta, pero claro, eran chinos y estaban
acostumbrados, pese a que las mascarillas “no valían para protegerse”, según se
nos decía. Y ahora, tras mes y medio, seguimos oyendo eso de “las mascarillas
son recomendables” o “sólo valen para que los contagiados no contagien”. Claro,
no hay mascarillas, cuando ya en muchos sitios son “obligatorias” y multazo al
que no las lleve. Desconcertante.
Igual que el
confinamiento. Si sales a darte un tonificante paseo o una carrerita por un
parque manteniendo una distancia, no ya de un metro o dos, sino de cien,
multazo al canto. Por el contrario, si vas al supermercado sin mascarilla ni
guantes, no passa nada. Mucho vigilante, eso está bien, pero nadie que se
encargue de limpiar al menos los asideros de los carritos. Y si alguien tose o
estornuda al aire, tampoco. Genial.
Ahora se está
estudiando cómo liberar del confinamiento a los niños, que lo que quieren es
jugar con otros niños, naturalmente. Pues no hay otra solución que ir
alternando mascotas y niños, incluso usando la misma correa para unas y otros y
evitar que se alejen demasiado. Tampoco pueden tocar nada ni entrar en las
zonas de juego, pues como no se puede evitar que se lleven las manos a la nariz
tras tocar los columpios, habrá que pensar en ponerles una mascarilla especial
tipo “Viernes 13”, aparte ya de la correa. El clásico “¡nene, caca!”
multiplicado por cien. ¿Eso no genera frustración, señores psicólogos? Salir a
la calle con mascarilla, correa, máscara, guantes y bien sujetos por los papás
para evitar desmanes, no creo que constituyan las expectativas de nuestros tiernos
infantes, que ya no podrán gritar triunfalmente eso de “¡por fin libres!”.
Vamos, que si yo fuera niño, mejor me quedo en casita jugando con el ordenata.
Hombre, si tenemos la suerte de tener un parque cerca, se les podría dejar sin correa
igual que se hace con los perritos, aunque no esté permitido. Me vuelvo a decir
yo que para eso soltamos también a los abuelos, que de paso vigilarían a los
nenes, como saben hacer muy bien. Habría un leve riesgo de contagio entre
ambos, abuelos y niños, claro, pero ¿no será más difícil contagiarse en un
parque al aire libre que confinados todos juntos en casa?
No se recomienda
ir a los hospitales, excepto que te estés muriendo. Será que el virus flota en
el ambiente, en contra de las afirmaciones de los propios médicos. Si tienes
una enfermedad crónica, mejor quédate quietecito y evita análisis o pruebas
médicas. Habrá que rezar o cruzar los dedos para que no se “despierte” alguna
de las potenciales enfermedades, tan corrientes en las personas de la tercera
edad. Lo mejor será dejarles solitos y cerrar los ojos. Se me abren las carnes
pensando en los miles de viejecitos que se han muerto en soledad tratando de
decir “¡socorro, que me ahogo!”; es mejor echar tierra para que no se noten
tantas muertes (o ya directamente echar tierra de verdad encima de los
sepulcros). Empiezo a pensar que tras tanto jubilado protestando por su
pensión, el coronavirus se ha diseñado justo para hacer una gran escabechina y
solucionar el problema de las pensiones de un plumazo, eliminando sencillamente
la raza de los pensionistas. Prefiero no hablar de muertes, pero un ratio de
500 fallecimientos por día equivale a que suceda un accidente de A380 todos
los días. Tremendo; sólo imaginarse que cada día se vaya al suelo un avión
gigante de éstos hace estremecer. Es terrible que ya nos “estamos
acostumbrando” a estas cifras, al cabo tan sólo de un mes. ¿Nos estaremos
“insensibilizando” o “anestesiando”?
¿Y qué decir del
cambio climático? Los ecologistas estarán que saltan de alegría bendiciendo al
coronavirus, que ha conseguido también de un plumazo que ya no sean necesarias
medidas restrictivas de ningún tipo, ni siquiera promover eventos que al final
nunca valen para nada.
Tampoco entiendo el jaleo de los guantes.
Sigue apareciendo en las farmacias “no hay guantes”. ¡Pero si en los
supermercados los sigue habiendo y gratis! Cierto es que son una babilla, pero
cumplen su función y son perfectamente desechables, siempre que no se tiren al
suelo, claro. Se ha dicho también que es mejor pagar con tarjeta y no en
metálico, pero pocos lo hacen. Los billetes de banco siempre están llenos de
bacterias o virus y nunca nos hemos preocupado, pero ahora con el coronavirus
hasta las monedas resultan peligrosas, en especial si luego en casa las cogemos
sin guantes. Se deberían dejar las vueltas en una cajita en la entrada de casa,
con más razón que los zapatos, que, por cierto, también han tenido su polémica;
primero se nos dice que es una tontada dejarlos en la entrada y luego, poco a
poco, se confirma que “es muy recomendable”. ¡Por favor! ¡Si incluso sin
coronavirus la civilización asiática y la musulmana obligan a descalzarse
cuando visitas a alguien y a ponerte unas zapatillas que te ofrecen ipso-facto
desde tiempo inmemorial! ¿Para qué tanta polémica? Si es lógico… También se
recomienda ahora lavar la ropa que has llevado puesta a 60º y “no vale” si se
lava a 40º durante una hora. Y habrá que meter la ropa en la lavadora con
guantes. Eso sí, si has salido sin ellos y te lavas las manos con jabón dos
minutos aunque sea en agua fría, “ya vale”. Caray, ni tanto ni tan calvo.
También se nos dice
que el virus no afecta a los niños, excepto a los que (eso sí, en menor
cantidad) ya lo tienen. De Perogrullo. Habría que investigar cuál es la razón
para esa preferencia por parte del virus, que podrá ser cualquier cosa, menos
inteligente. Incluso se debate aún si es un ser vivo, pues está en la frontera
de la vida. Eso sí, se ha creado con ciertas tendencias innatas, que a lo mejor
hasta mutan. Me pregunto yo: ¿Cómo, cuándo y por qué deciden mutar?
Igual que pasa con
los niños, parece que nuestro coronavirus no siente ninguna afinidad por los
animales, pero no es descartable que a partir de que exista una vacuna,
contemple a nuestras mascotas con más afecto, como alternativa al menos. Ha
habido casos, muy pocos, pero haberlos, haylos. No me extrañaría a mí que
entonces se le ocurra mutar y volver por vía perruna o gatuna a infectarnos más
tarde. Tiempo al tiempo.
Otra historia desconcertante
es la de los síntomas. Saber diferenciar entre al menos los iniciales del
catarro común, gripe y coronavirus es todo un arte y en esto los médicos deben
ser muy artistas, excepto cuando se realice una prueba fiable de verdad .Yo soy
de los que creen que hay falsos positivos, no que el coronavirus resucite al
cabo del tiempo, pero quizás me equivoque. Se entiende que el primer aspecto
diferenciador es el de la fiebre, pero si a alguien se le ha ocurrido mirar cuáles
son las causas que pueden producirla, son tantas que se requiere tiempo y
paciencia para descartar otras razones. Como primer filtro nos puede valer (en
caso contrario, ¿para qué tanto examen de temperatura corporal?). Luego está lo
de perder olfato, pero si tienes la nariz tapada por un catarro, es evidente
que tu olfato está reducido por meras razones físicas. En cuanto al gusto,
también es engañoso, si estamos acatarrados. Ya si te falta el aire, podría ser
un síntoma, claro, pero este aparece (creo) tras algún tiempo, cuando el malévolo
virus ya te ha llegado hasta los bronquiolos. Y a buenas horas, mangas verdes.
Siguiendo con los
síntomas, este desconcertante virus es muy capaz de engañarnos, pues puede dar
síntomas o no darlos. No parece muy normal, pues se nos dice que el periodo de
incubación es de cinco días, al cabo de los cuales ya debería asomar la patita.
Pues no, es así de cabroncete; se han detectado casos, y no tan pocos, de
asintomáticos positivos. Pues no lo entiendo; si se incuba en cinco días, ¿qué
pasa a partir de ahí? ¿Es que nuestro cuerpo no reacciona frente al indeseable
visitante? ¿Por qué? Pues eso es una putada y nos va a llevar de cabeza. Habrá
que estudiar profundamente cómo se comporta al cabo de quince días y además
saber cuánto tiempo seguirá siendo capaz de infectar a otros. Se nos ha dicho
que quince días más, pero no me fío. Si se utiliza un factor de seguridad de 2,
que no está mal, nos ponemos en dos meses. En lugar de continuar con la
investigación, se nos dice que se podría crear un “Arca de Noé” para albergar a
esos asintomáticos y evitar que contagien. El carro delante del caballo.
Dejemos a la gente en estas condiciones confinadita en su casa, aunque fuera a
costa de mirarles con preocupación mal disimulada. También se me ocurre que se
les podría utilizar como cobayas en la investigación para despejar esta
incógnita tan preocupante, confinándoles en un hotel de cinco estrellas (total,
no tienen clientes) a cuerpo de rey, con tal de poder asegurar que son
positivos, por el tiempo que puedan seguir contagiando. En paralelo, los demás
no tienen más que esperar esos dos meses y ya veremos cómo evolucionan.
También se podría
dar el caso recíproco, tener síntomas y dar negativo, pero no parece que
merezca la pena investigar a éstos; será que tienen gripe o tratarse de algún
hipocondríaco capaz de pseudocontagiarse.
Ya he hablado antes
de la problemática de los supermercados; para soslayar este problema, la
tecnología actual nos permite pedir comida a domicilio por internet, si es que
no disponemos de un alma caritativa que nos haga la compra y nos la traiga.
Pero aquí se nos presenta otro problema nuevo: ¿Qué manos han tocado los
alimentos durante todo el proceso? ¿De dónde vienen? En circunstancias normales,
el riesgo se consideraría bajo, pero con este puñetero coronavirus que le gusta
agarrarse a los plásticos, vaya uno a saber si no será peor el remedio que la
enfermedad. Todavía no sabemos si sigue activo tras una, dos, tres o doce
horas, o incluso días, aunque eso ya me parece exagerado. Otra cosa que se
debiera estar investigando; se coge a un positivo confirmado y sintomático, se
le dice que sople en varias probetas de diferentes materiales y ante entornos
diferentes de humedad y temperatura y luego con mucho cuidado se llevan las
muestras contaminadas a un laboratorio. No creo que tarden meses en saberlo,
pero nada, seguimos preguntándonos qué pasa en la más completa incertidumbre,
salvo que haya resultados dispares y no nos hayamos enterado. Ni idea, pues.
No tengo ganas de
meterme más con las pruebas de positivo/negativo, pero con la que está cayendo
a nivel mundial no me puedo creer que no existan pruebas fiables. Hasta en
China se siguen usando y me parece haber visto que son muy sencillas e
inmediatas, dando la clave de un “pasa, no pasa” que será vital en un futuro. A
lo mejor este virus es tan desconcertante que no se comporta igual según sea el
país. Hombre, el clima aquí no es igual que en Rusia o en Argentina, pero sería
otra cosa a averiguar, ya que se habla tanto del efecto de la temperatura en el
virus. Podría ser, pues el comportamiento de sus primos estacionales ya lo
dice, apareciendo en la estación invernal. ¿Sabemos acaso la magnitud de este
efecto? Pues tampoco.
¿Tratamiento entretanto
haya una vacuna? Pues ahora se sabe que este desconcertante virus tiene en su
estructura aspectos muy similares al del VIH, y se está estudiando, igual que
con la malaria. La respuesta de momento es la misma de siempre: “Estamos en
ello”. ¿Es que cada país trabaja sin mantener una mínima coordinación con los
demás? Penoso.
Una reflexión
final: ¿Cómo es posible que este desconcertante virus nos halla pillado así,
indefensos y con los calzoncillos bajados? ¿Cómo ha sido posible que nadie nos
haya advertido? Falso, por supuesto que nos han advertido, pero nunca nos lo
hemos creído. Me parece que hace menos de un año, Bill Gates dio una
conferencia alertando de que en cualquier momento podía aparecer un virus que
pusiera a la Humanidad en un grave aprieto y advirtiendo que habría que tomar
medidas preventivas en especial en la sanidad a nivel mundial. Pues nada; como
quien oye llover. Y no sólo eso; miremos un momento atrás, que tenemos una
memoria muy floja; es sorprendente lo contrario, que se haya manifestado
sorpresa, valga la redundancia, por la aparición “traicionera” de este nuevo
virus, mirando a experiencias nada lejanas en el tiempo. Se podría calificar de
“milagro” que nuestras acciones como humanos depredadores, explotadores y
contaminadores no originase desequilibrios fatales de manera periódica entre
las especies, y estoy pensando en animales. ¿Es que nos hemos olvidado ya de
los recientes brotes y epidemias producidos por virus de origen animal saltando
la barrera de las especies y afectando a los humanos? ¿Cómo es posible que nos
hayamos olvidado ya del VIH (Sida), del Zika (de los mosquitos brasileños en
2015), del temido Ébola, del MERS (¡síndrome respiratorio de Oriente Medio!), del SARS (¡síndrome respiratorio agudo surgido en China en
2003!), del EET (el famoso de las vacas locas), de la gripe aviar y de la gripe
porcina? ¿Es acaso tan sorprendente que nos haya surgido otro virus emparentado
con éstos, todos de animales, pero más veloz en su forma de contagiar? ¡Ya en
enero de este año se estaban viendo “sorprendentes” casos de fibrosis pulmonar
en residencias de ancianos!
Nada, nada, no
hemos aprendido todavía a anticiparnos y luego nos pillan en pelota picada. A
ver si esta vez aprendemos para la próxima, que ya vendrá. Al menos esta pandemia
nos va a servir para mirar más por nuestra higiene; no sé lo que pasará ahora,
pero me da miedo pensar en los países africanos y sus pobres condiciones
sanitarias. Esperemos que se libren, porque de otra forma se va a notar el
efecto de manera relevante hasta en la población mundial, visto lo visto. No
deja de ser curioso que haya afectado tanto a países desarrollados y no a los
otros. ¿Alguien sabe por qué?
KS, 19 de abril de
2020