Cerebro, Consciencia, Ciencia y
Religión.
Por Kurt Schleicher
La Ciencia
y la Religión son dos cosas distintas, hacen preguntas distintas y requieren
tipos de pruebas distintos. Tanto la Ciencia como la Religión buscan lo mismo:
la Verdad. Aunque parezca imposible conciliarlas, si la Ciencia consiguiera
explicar los dogmas y principales creencias de todas las religiones, las
acercaría y facilitaría en gran medida la necesidad de "creer". La gente se aferra a la Fe porque la necesita.
La Religión surgió como un esfuerzo para explicar lo inexplicable, controlar lo
incontrolable y volver soportable lo insoportable. La Fe en una fuerza superior
se convirtió en la más poderosa innovación de la fase más reciente de la
evolución humana. Las tribus con religión tenían ventaja frente a las que
carecían de ella. El valor de supervivencia de la Religión era tan espectacular
que la sed de creencias se llegó a inscribir en cierta forma en el genoma humano. Lo que consiguió la Religión ahora lo está logrando poco a poco la Ciencia y cada vez se
necesita menos una Religión “revelada”; sin embargo, será muy difícil que la
Ciencia llegue a reemplazar a la Religión. Ahora bien, acercar
ambas debería ser útil, sobre todo para los menos “creyentes”…
El propósito de este artículo es contribuir a dicho acercamiento, en especial entendiendo como Ciencia la aportación de la Mecánica Cuántica y la comprensión de lo que es la Consciencia humana bajo un punto de vista científico.
CEREBRO Y CONSCIENCIA
El cerebro
funciona como un sofisticadísimo superordenador. Sólo pesa unos 1.300 gramos,
pero contiene cerca de 100.000 millones de neuronas, sofisticadas células
que constituyen las unidades básicas del sistema nervioso.
Somos
capaces de manejar una ingente cantidad de conexiones a gran velocidad: 85.000 millones de neuronas x 10.000 conexiones por neurona y por
unas 1.000 conexiones por segundo, resultando así una disponibilidad de 8,5 x
10 elevado a 17 conexiones por segundo, una cifra verdaderamente astronómica.
Si unimos esto al crecimiento exponencial de las interconexiones ya tan sólo
por la enorme cantidad de aspectos ligados a la Consciencia, cabe preguntarse
si nunca podríamos llegar a las capacidades del cerebro en tanto nos limitemos
al entorno de la física “clásica”. Por esta razón, si quisiéramos copiar la
capacidad del cerebro, precisaríamos un ordenador cuántico, o vice-versa, el
cerebro precisa de la mecánica cuántica para explicar todas sus funciones.
Gracias al
mapa neuronal, el Conectoma humano,
podríamos decir que el cerebro aprende por sí mismo a base de conexiones
generando constantemente nuevos nodos neuronales, cada uno de ellos asociado a
la percepción. Los nodos ricos en conexiones son importantes para permitir un
alto nivel de integración dinámica con otros nodos de rango inferior para
conformar redes funcionales. Un nodo por sí mismo no es capaz de generar
Consciencia ni de sostener la noción de individualidad, pero los nodos se
activan y desactivan en función de una serie de “coaliciones de neuronas” que
son las que amplían la capacidad cerebral y generan la consciencia de los
procesos subjetivos y del entorno.
Muerte
cerebral.
El cerebro está íntimamente unido al cuerpo, y
si éste muere, al final se queda sin oxígeno y tras un cierto tiempo se produce
la muerte cerebral. Sin embargo, estudios recientes llevan a cuestionarse si el
cerebro pudiera llegar a tener una vida propia estando separado del cuerpo.
Un hallazgo
reciente ha demostrado que en personas clínicamente fallecidas en las que las
neuronas se habían quedado sin oxígeno no pudiendo cumplir ya su función y ante
el asombro de los investigadores, ¡las neuronas retomaban cierta actividad
incluso sin oxígeno! Tras un periodo de tiempo bastante elevado, los daños ya
terminaban siendo irreversibles, pero las neuronas resultaban ser mucho más
resilientes de lo que cabría esperar. ¿Cuál es entonces el límite real de la
vida tras la muerte?
En
experimentos con cerebros de cerdos fuera de su cuerpo y mantenidos
artificialmente, se ha comprobado que al cabo de seis horas las neuronas se
recuperaban y, bajo estímulos, incluso eran capaces de volver a comunicarse
entre ellas ¡Revivían! Se comprobó incluso que las neuronas actuaban de manera
autónoma, independientemente de los estímulos, lo que lleva a pensar incluso en
la posibilidad de recuperación de una cierta consciencia. Fascinante.
¿Podría resucitarse entonces el cerebro? ¿Seguiría siendo impensable un trasplante de cerebro? Estas preguntas no tienen aún respuesta, pero todo indica que serán afirmativas.
ENTENDER LA CONSCIENCIA
La
Consciencia humana lleva siglos tratando de ser comprendida por los filósofos y
más recientemente por los científicos; en los últimos 20 años, físicos
teóricos, neurocientíficos y cosmólogos han dado protagonismo a la
investigación para entender la Consciencia en el mundo físico.
Tratar de
entender la Consciencia y su funcionamiento es todo un reto. Personalmente creo
que es explicable neurológicamente, pero su complejidad es tan enorme que se
nos escurre de entre los dedos y seguimos buscando explicaciones y soportes
fuera del cerebro como si nos costara unir mente y cerebro, dualidad
proveniente de la filosofía.
Ha habido aproximaciones filosóficas en la historia, pero la más conocida es el Dualismo de Descartes, que determina un mundo físico aparte de otro mental, que es en el que se mueve la Consciencia. Este dualismo cerebro-mente separa la realidad en la que estamos inmersos en dos partes: la res cogitans (la autoconsciencia) y la res extensa (sustancia material). A esto habría que añadir una tercera, la res infinita, que incluye la existencia de Dios. Esto nos conduce a que los conceptos reales no materiales deberían teóricamente estar fuera del cerebro, pero también deberían estar conectados de alguna manera - eso sí - con él. Esta interrelación, junto con lo anterior, es lo que constituiría la Consciencia.
No existe
hoy en día una definición consensuada de la Consciencia, pese a que se han
producido del orden de 20.000 documentos sobre ella, sobre todo en esos últimos
20 años.
Ejemplos de definiciones existentes:
ü Consciencia
es todo lo que merece la pena (experiencias y sensaciones)
ü Consciencia es la forma en que la información se
siente -se percibe- cuando está siendo procesada y presentada en formas
complejas por partículas moviéndose alrededor de patrones («patterns») muy
especiales. Lo importante no son las partículas, sino los patrones. (Max
Tegmark, físico y cosmólogo)
ü Estar consciente implica ser capaz de percatarse de:
experiencia interna y exterior del universo que nos rodea, uno mismo,
sentimientos, sensaciones, saber elegir y decidir, control de la voluntad,
memoria, pensamiento, lenguaje, imágenes durante la meditación y patrones
geométricos de nuestro entorno.
ü Consciencia es todo que existe. El espacio-tiempo y
la materia nunca fueron partes fundamentales del universo, sino que siempre
estuvieron entre los contenidos más humildes de la Consciencia (Donald
Hoffman).
ü La Consciencia es como un termostato creando un modelo de nuestra posición en el espacio y tiempo.
Y una definición mía,
perfectamente discutible:
ü Consciencia es la capacidad de reconocer nuestro entorno y saber interpretarlo desde nuestra subjetividad, así como comprender nuestra propia individualidad. Cada vez que percibimos algo, que sentimos, que vemos, que nos emocionamos, que establecemos una relación o una conclusión y que aprendemos o experimentamos algo aportando nuestra propia experiencia, vamos construyendo nuestra propia Consciencia, a partir de estímulos exteriores o interiores. Comprender nuestra individualidad trasciende del entorno que percibimos y forma parte del universo o universos que nos rodean.
Para
entender mejor la Consciencia, es interesante saber qué sucede cuando nos falta. ¿En
qué casos estamos “no-conscientes”? Pues
en estado de coma, estando inconscientes por alguna razón interna (desmayo) o
externa, o durante el sueño cuando no soñamos, pues los sueños con imágenes
embebidas es una forma de consciencia con la ventaja de no estar “polucionada”
por la propia realidad.
En boca de
la neurocientífica española Raquel Marín, “La
Consciencia se forja de acuerdo a la actividad cerebral a partir de un sinfín
de estímulos que el cerebro procesa y para la que genera predicciones en base a
la experiencia previa”.
Una
pregunta que nos surge de forma inmediata es: ¿Dónde está localizada la
Consciencia en el cerebro? A partir de la observación de lo que deja de
funcionar en el cerebro estando en coma, científicos de Harvard han llegado a
determinadas conclusiones. Según esta observación, la Consciencia parece estar
localizada en tres lugares interconectados entre sí, aunque se genera en la
parte posterior del córtex cerebral. Según afirman estos neurocientíficos, se
focaliza en una pequeña zona del tronco encefálico (Tegmentum pontor dorsolateral rostral), que está conectada a su
vez a dos lugares de la corteza prefrontal dorsolateral, donde desempeñan un
cierto papel “regulador” de la Consciencia: La ínsula anterior ventral
izquierda (anterior insula) y La
corteza cingulada anterior pregenual
(anterior cingulate cortex). (Ver figura)
Hay que aclarar que esto no significa que la Consciencia esté constreñida a un determinado lugar del cerebro en el que se delimiten las actividades relacionadas con ella, ni mucho menos, pues todo el Conectoma está de hecho involucrado.
El cerebro
no genera consciencia, sino que es consciente; cualquier región del
cerebro puede ser consciente si sus circuitos están en el estado apropiado.
El cerebro
descarta cantidades ingentes de información antes de que tenga lugar la
Consciencia para protegernos de una “indigestión” de información (lo que sucede
en particular con la memoria), aunque esta información descartada pueda tener
después influencia sobre nuestra conducta.
Los datos
sensoriales se procesan de acuerdo con estructuras cerebrales y se comparan con
los contenidos de la memoria, volviendo a ser procesados, y entonces surge una
sensación consciente. La Consciencia es en realidad un proceso y funciona como
un flujo continuo fluctuante, como veremos después aplicando los estados
cuánticos de coherencia y decoherencia.
En
realidad, el cerebro «sabe» mucho más de lo que “conoce” la Consciencia, por lo
que debe estar dotado de una capacidad enorme y además saber gestionarla; de
aquí surge la necesidad de la aportación de la mecánica cuántica con su gran
incremento de posibilidades, como veremos ahora.
MICROTÚBULOS Y MECÁNICA CUÁNTICA.
Los
científicos Stuart Hameroff y Sir Roger Penrose encontraron dentro de las
neuronas unas estructuras nanométricas a nivel molecular que llamaron microtúbulos. Gracias a sus dímeros de
tubulinas, resultaba ser una manera de aprovechar los estados de superposición
cuántica para aportar un enorme incremento de capacidades que permitiera el
desarrollo continuo de la estructura de la Consciencia a partir de los miles de
millones de “momentos” conscientes (destellos), propiciando la propia evolución
de la misma. Cada neurona contiene eventos de miles de microtúbulos.
La
diferencia entre la computación clásica y la computación cuántica radica en
que, en un ordenador tradicional, la información se guarda y procesa en bits
que pueden valer 1 ó 0. En cambio, en un ordenador cuántico la información se
guarda y se procesa en los llamados qubits; un qubit es un bit que se encuentra
en una superposición de estados, de forma que puede valer 1 y 0 a la vez. Así,
al tener múltiples estados simultáneamente en un instante determinado, el
tiempo de ejecución de algunos algoritmos puede reducirse desde una escala de
miles de años a unos pocos segundos.
Las comparaciones siguen siendo odiosas, pero ahí
van dos:
ü --> Google estima que un ordenador
cuántico basado en todas las posibles superposiciones de 0 y 1 será del orden
de 10 x 10 elevado a 7 veces (100
millones de veces) más rápido que su equivalente convencional.
ü --> Puesto que cada neurona contiene cientos de miles de microtúbulos, el poder de computación del cerebro apoyándose en la física cuántica se incrementaría en el momento de entrar ésta en funcionamiento en un factor de 10 elevado a 13. Esto ya nos proporcionaría un amplio margen de maniobra con vistas a la Consciencia… y un nuevo reto para la Inteligencia Artificial en el futuro.
En la actualidad existen ya dos ordenadores
cuánticos, uno americano de Google desde octubra de 2019 (con su chip Sycamore) y otro chino, más reciente, desde 2020, que afirma tener una superioridad cuántica frente a éste: es el superordenador cuántico llamado Jiuzhang, de
la Universidad de Ciencia y Tecnología de China y creado por el equipo dirigido
por Jian-Wei Pan. Se acaba de demostrar a finales de
2020 que este último resuelve en tan solo 200 segundos un
problema que al superordenador clásico más avanzado del mundo, la
supercomputadora japonesa Fugaku,
le costaría 600 millones de años en completar. Hay que mencionar que este éxito
se ha logrado con un circuito
óptico del muestreo de bosones y que se trata de un experimento
extremadamente difícil de llevar a cabo por la cantidad de elementos que tiene,
por el uso de luz cuántica y la dificultad de mantener la coherencia cuántica
en todo el sistema. En concreto, el dispositivo de
muestreo de bosones del Jiuzhang utilizó pulsos de láser enviados a un
laberinto de 100 entradas,
100 salidas, 300 divisores de haz y 75 espejos. Su ordenador cuántico
logró detectar hasta 76 fotones en cada experimento, con una media de 43
fotones de 100 (lo que equivaldría a 100 qúbits, casi el doble que en la versión de Google, que contaba
con 53). El equipo chino creador de Jiuzhang afirma que tiene una fiabilidad del 99%.
Con respecto
a las diferencias con el sistema de Google, al parecer el sistema chino no es reconfigurable, por lo que cada vez que
hacen el experimento tienen que modificar a mano toda la configuración. Aun así
es un equipo muy sofisticado y, en este sentido, es similar a la filosofía del
experimento de Google con su ordenador cuántico, que generaba una sucesión de qúbits
aleatorios que es asimismo muy difícil de reproducir de forma clásica.
Ambos comparten un mismo objetivo: no tienen aplicaciones directas, salvo demostrar la supremacía cuántica. Esto significa que aún queda camino por recorrer para que se pueda considerar que se dispone ya de un ordenador cuántico perfectamente utilizable en la práctica, pero parece que estamos cerca de lograrlo. Y de ahí a una Inteligencia Artificial con Consciencia ya no habría una distancia tan enorme. El futuro nos lo dirá.
Teoría
“ORCH OR” (Orchestrated OR-Objective
Reduction), por Penrose&Hameroff.
La reducción objetiva orquestada es una
hipótesis que establece que la Consciencia del cerebro se origina a partir de
procesos dentro de las neuronas y no de procesos entre las
neuronas. El mecanismo es un proceso cuántico llamado reducción objetiva, el cual es orquestado por estructuras
moleculares, que son los microtúbulos.
En ella se
propone que para la Consciencia se debe contar con la computación cuántica,
habiendo identificado canales cuánticos en los microtúbulos (la anestesia es de
hecho un “borrado” parcial de la consciencia “desconectando” dichos
microtúbulos). Se han identificado por medio de electroencefalogramas (EEG)
ciertas vibraciones de los microtúbulos que de hecho son “frecuencias
pulsátiles” (beat frequencies). La
realidad es una secuencia de imágenes cuánticas ocurriendo constantemente.
Colapsos de la realidad pasan 40 veces por segundo en los microtúbulos, cuya
estructura está formada por «qubits» de
proteína (ver figura).
La teoría “ORCH OR” llega aún más lejos, pues interrelaciona la Consciencia con procesos en el espacio-tiempo, aunque hay que decir que la naturaleza de la Consciencia y el mecanismo de su funcionamiento en el cerebro y su lugar o conexión con el universo son aún desconocidos, por lo que entraríamos en terrenos especulativos; hay que hacer notar, sin embargo, que los mismos autores han hecho un estudio científico dedicado a este asunto: Hameroff, Stuart & Penrose, Roger: “Consciouness in the Universe” en 2013. Esta teoría propone que la Consciencia depende de procesos cuánticos coherentes orquestados biológicamente en los microtúbulos que se encuentran en las neuronas, correlando y regulando las actividades sinápticas. Sugiere también que existe una conexión entre los procesos biomoleculares del cerebro y la estructura básica del universo, concluyendo que la Consciencia juega ahí un papel intrínseco.
La actividad “ORCH OR” sucede en los momentos de lucidez de la
Consciencia; esta lucidez es una experiencia
fenoménica tanto en el “yo” interno como en mundos exteriores, e implica
asimismo un sentido de ese “yo” personal, de sentimientos, de decisiones, de
control de la propia voluntad, de pensamientos, del lenguaje y de imágenes o
patrones geométricos generados internamente por nosotros mismos (p.ej.,
meditando, lo que explica la relevancia de la meditación en la yoga).
Nuestra
visión de la realidad del universo o de nosotros mismos (que no tiene por qué
coincidir con la realidad) depende de la Consciencia y define nuestra propia
existencia, pero seguimos sin saber su naturaleza. Sin embargo, empezamos a
atisbar cómo funciona…
Hay acuerdo entre la mayoría de científicos
en que la Consciencia es una propiedad emergente de un proceso computacional
complejo de “integración y destello (fire)” en neuronas cerebrales que
se interconectan por medio de sinapsis.
El citoesqueleto neuronal de microtúbulos juega un papel clave en la dinámica de las vesículas sinápticas. Stuart Hameroff y Roger Penrose propusieron que los microtúbulos, las unidades más pequeñas del citoesqueleto, sirven en realidad como canales para la transferencia de la información cuántica integrada responsable de la Consciencia.
Para obviar la dependencia de un observador en un proceso cuántico y poder así aplicarlo al cerebro (no deja de ser curioso en mecánica cuántica que un observador pueda modificar la realidad por el hecho de serlo), Penrose y Hameroff han postulado en su teoría ORCH OR que la Consciencia se derivaría entonces de la actividad de las neuronas del cerebro y dependería de procesos cuánticos biológicamente orquestados que se desarrollan en (y entre) los microtúbulos de las neuronas del cerebro. La indeterminación cuántica proporciona una ocasión (léase oportunidad) para que la mente influya en el cerebro físico.
Coherencia y decoherencia cuánticas
La Consciencia se sitúa como frontera entre
la física clásica y la cuántica, a través de la cual se suceden colapsos
sucesivos de sistemas cuánticos que se producen en nanosegundos, causando
“estallidos” (fires) de consciencia. Estos colapsos afectan a la coherencia cuántica (estado
cuántico que mantiene su fase – recordar la dualidad onda/partícula ─ durante
un cierto tiempo), seguido de la decoherencia cuántica, proceso por el que se pierde el
estado cuántico, volviendo entonces al mundo físico de nuestra percepción.
La Consciencia se movería así “a destellos” pasando de un estado cuántico a otro que no lo es en brevísimos plazos de tiempo, pero suficientes para aprovechar a favor de la Consciencia el enorme potencial de las propiedades cuánticas, incrementándose entonces la capacidad de las conexiones entre las neuronas cerebrales en magnitudes del orden de 1013, como ya he mencionado.
QUÉ NO ES CAPAZ DE VISUALIZAR O COMPRENDER
NUESTRA CONSCIENCIA .
El
problema es que somos seres limitados y la gran mayoría no somos capaces de
entender y digerir aspectos especiales de la física teórica, unos comprobados y
otros no. La Mecánica Cuántica sí lo está, pero eso no quita para que nos sea
muy difícil comprenderla en toda su profundidad, rechazando instintivamente que
vivimos realmente en un mundo cuántico. Hay contadas excepciones capaces de entenderla, como el
propio Roger Penrose, premio Nobel de física de 2020, pese a la afirmación de su famoso colega Richard Feynman: "el que diga que entiende la mecánica cuántica, miente"...
Veamos
estos aspectos no comprensibles por la Consciencia con más detalle, pues son relevantes en lo que sigue:
1. Entender los Mundos de
más de tres dimensiones.
La Teoría de Cuerda requiere que sean
múltiples; según la teoría «M» (parte de la misma) deben ser 11 dimensiones, pero somos incapaces
de visualizar esta propiedad del universo (mejor dicho, multiverso).
Igual sucede con la teoría bosónica, con sus 26 dimensiones.
Para resolverlo, la física teórica Lisa Randall nos sugiere que no podemos verlas al estar ocultas o «enrolladas»; en cualquier caso, esta hipótesis se nos escapa igualmente de nuestra comprensión y más si se nos afirma que pueden ser tanto muy pequeñas como enormes. Tampoco podemos imaginarnos que una o todas estas dimensiones adicionales estén «conviviendo» con nosotros, muy cerca, en otro universo. Con esto quiero decir que nuestra Consciencia tiene ciertas dificultades para imaginarse un mundo de más de tres dimensiones, que es el que somos capaces de percibir y comprender. Considerando el tiempo como cuarta dimensión, llegamos marginalmente a imaginarlo al menos, aunque no se nos aparezca de forma espacial "en 3D"; ¡mucho menos podremos entonces dar forma mental a un mundo de 11 dimensiones!
NOTA: La Teoría de Cuerdas no está demostrada, pero permite
al menos conciliar otras dos que sí lo están: las dos teorías de la Relatividad
(Especial y General) de Einstein, que funcionan muy bien en el macrocosmos, y
la ya mencionada Cuántica, que funciona muy bien en el microcosmos.
Me permito adjuntar un pequeño cuento o
fábula que se me ha ocurrido para ilustrar lo de la no capacidad de entender el
mundo de más de 3 dimensiones:
“Imaginemos a
una hormiga que va andando por una cuerda formando una amplia circunferencia
horizontal en el espacio. La hormiguita anda que te anda y de repente se
encuentra con otra que venía en sentido contrario.
- Hola, compañera; ¿podrías decirme, tú
que vienes de donde yo aún no he estado, si nuestro mundo es efectivamente de
una sola dimensión, tal y como yo lo veo?
- Pues yo lo percibo igual que tú –
respondió la otra − pero creo que vivimos en una dimensión más; a veces me da
la sensación que cambio levemente de dirección, pero sin referencias exteriores
no lo puedo asegurar, sólo imaginar. ¿Y si nuestro mundo fuese bidimensional y
nos estemos moviendo formando un círculo? Sería maravilloso crear un atajo, un
puente, en esa nueva dimensión…
La primera hormiga se quedó mirando a la otra con los ojos muy abiertos de
sorpresa.
- Lo veo difícil – exclamó con voz
ronca − yo sólo sé caminar por este mundo lineal sin fin. ¿Qué es eso de un
atajo? ¿Qué es un círculo?
La segunda hormiga
miró a la primera con gesto risueño.
- ¿Y tú estás segura que no
repites en un momento determinado el mismo camino? Si fuera así, creo que se
podría formar un puente entre dos puntos y te ahorrarías mucho trecho…
La primera
hormiga miraba incrédula a su imaginativa compañera, pensando que estaba un
poco loca y siguió su camino moviendo la cabeza, diciéndose para sus adentros
que todo aquello no eran más que fantasías de una pobre mente calenturienta”.
2. Entender la curvatura espacio-tiempo de Einstein.
Lo mismo nos sucede con la curvatura del
espacio-tiempo y la gravedad causada por esta curvatura, que intuimos más que
comprendemos y precisamos de una analogía que nos ayude.
3.- Entender la
mecánica cuántica y sus estados de superposición, así como el concepto
resultante de la “Teoría de
Universos Múltiples”, que resuelve entre otras cosas la paradoja del
gato de Schrödinger, muerto y vivo al mismo tiempo, pero en universos
diferentes y ambas gobernadas por
diferentes leyes de la física, igualmente difíciles de aprehender por nuestra
Consciencia.
Roger Penrose propuso que las
superposiciones cuánticas eran separaciones en la geometría del espacio-tiempo,
algo también muy difícil de entender.
4. Dependencia del observador en la mecánica cuántica.
En superposición cuántica,
una partícula puede existir como una onda de múltiples
posibilidades. Los experimentos realizados parecen mostrar que la
superposición cuántica subsiste sólo hasta haber sido medida u observada conscientemente:
Esta es otra de las paradojas de la mecánica cuántica: «lo observado depende
del observador”
5.- El entrelazamiento
cuántico.
El «entrelazamiento cuántico» es un fenómeno en el que los estados cuánticos de dos o más
objetos se deben describir mediante un estado único que involucra a todos los
objetos del sistema, aun cuando los objetos estén muy separados espacialmente. No es un fenómeno que afecte tan sólo a partículas subatómicas, sino
también a las macroscópicas. Existe por
tanto una comunicación e incluso una interacción instantánea entre dos sistemas
sea cual fuera la distancia a que se encuentren, incluso entre universos
distintos.
Estando la Consciencia en coherencia
cuántica, este entrelazamiento nos hace ver la interrelación con procesos en el espacio-tiempo ya
mencionada, haciendo que la Consciencia se convierta en trascendente a nivel
universal, aunque esto no sea explicable todavía de forma satisfactoria.
La coherencia cuántica es de naturaleza
oscilatoria de la función de onda y no es más que un estado cuántico, muy
sensible también al aumento de temperatura, capaz de destruir la coherencia.
La comprobación experimental del entrelazamiento cuántico se logró mediante el satélite chino QUESS. que consiguió registrar el entrelazamiento
entre dos fotones separados entre sí 1200 km., es decir, intercambiaron
información a esa distancia sin pérdidas. Esto implica que no
puede descartarse el intercambio de materia a distancias mucho mayores, incluso
a otros universos, como predice la teoría.
CIENCIA Y RELIGIÓN
Parece ser que hay un acuerdo
unánime entre la comunidad científica en que la Consciencia es un fenómeno físico localizado en
el cerebro y explicable por la Ciencia.
En cuanto a la Consciencia y su capacidad de
comprensión, así como de las
discrepancias entre lo que nos “hace ver” y la realidad, queda mucho por
investigar y comprender. Un ejemplo claro es reconocer y entender nuestro entorno
y el mundo en el que vivimos. Por ejemplo, nuestra Consciencia no es capaz de
“captar” y dejarnos ver algo que esté más allá de la física clásica y las tres
dimensiones que percibimos de nuestro mundo, como ya he explicado. Por ello nos
viene bien la teoría Orch Or (la más sólida y la más aceptada por los
neurocientíficos en estos momentos), que nos plasma una Consciencia localizada
en el cerebro pasando continuamente de un estado físico a uno cuántico; con el
primero podemos ver nuestro entorno (aunque lo que veamos pudiera no ser del
todo real) y con el segundo, el cerebro es capaz de manejar sobradamente
todo lo que precise según se lo demande la propia Consciencia.
Entender un mundo cuántico
compuesto de universos múltiples (Multiverso) en el que las partículas puedan
estar a la vez en dos lugares diferentes sin importar su “lejanía”, nos resulta
asimismo muy difícil.
Podemos encontrar también un
ejemplo de dificultad de comprensión en la Religión; si nos han educado en el Cristianismo,
deberíamos creer en la resurrección de Jesucristo, pero como no la
entendemos, nos es “dura” de asimilar y solemos comportarnos como Sto. Tomás,
necesitando meter la mano en la llaga. Si somos capaces de tener Fe y creer,
¿por qué no hacer lo mismo con lo que sucede a nuestro alrededor y no
entendemos? Según el Evangelio de San Juan, de los doce apóstoles, once
creyeron y sólo uno precisaba una verificación; eso sí, ninguno entendió nunca
cómo fue posible dicha resurrección.
En cuanto a la entidad de la Consciencia,
la teoría Orch OR nos permite también intuir más que entender que nuestro
cerebro se comporta como un computador cuántico.
La aportación de la mecánica cuántica a la Consciencia nos abre unas puertas inesperadas que inducen a reflexiones, algunas trascendentes, aunque lo fácil es que se queden en especulaciones. Sin embargo, como reflexiones que son, quizás puedan resultar útiles a los que les apetezca cruzar el límite de lo desconocido y hacerles pensar a su vez.
Alma y Consciencia
«¡Incluso el alma cuántica pudiera ser explicada científicamente!» nos afirma Stuart Hameroff en su conferencia de 2011: “Do we have a Quantum Soul?”
Veamos qué se entiende por alma. Copio de definiciones:
à «El término alma se refiere a una entidad inmaterial
que, según las afirmaciones y creencias de diferentes tradiciones y perspectivas filosóficas y religiosas, poseen los seres vivos».
à «Para
la religión cristiana, el hombre consta de tres partes que son: cuerpo (lo físico), alma (lo relacionado con lo emocional)
y espíritu (lo relacionado con
lo espiritual). De acuerdo con la tradición cristiana, el alma inmortal es
uno de los aspectos del ser humano que lo unifica como individuo y lo
"lanza" a actividades que van más allá de lo material. Gracias al
alma, el ser humano tiene instintos, sentimientos, emociones, pensamientos y
decisiones libres, y puede volver sobre sí mismo (autoconciencia) (*)».
Observación:
Ya hemos visto que «lo emocional» está contenido en la Consciencia. Además, al
final, este texto lo relaciona con la autoconciencia (*), por lo que resulta
obvia la intrínseca e íntima relación entre Alma y Consciencia. Para unos el alma guía
la Consciencia y para otros será al contrario; en el fondo da lo mismo.
Si el alma
no es tan inmaterial como se afirma en esta definición, ¿Dónde está? ¿En qué
parte de la Consciencia? No lo sabemos. En cuanto a la localización del alma en el
cerebro, debería estar también en el cortex
prefrontal igual que la Consciencia, pero esto no es más que una
hipótesis.
En cuanto
al dogma cristiano de la inmortalidad del alma, no parece que sea compatible
con el concepto científico del alma cuántica, excepto que se admita que el alma
pueda renovarse y «durar» para siempre.
¿Por qué cuando
morimos la Consciencia continúa viva (véase lo mencionado en muerte cerebral) y
se puede mover a un lugar o lugares desconocidos una vez que el cuerpo físico ha
muerto? ¿Las experiencias cercanas a la muerte (ECM´s), el efecto túnel, por
ejemplo, acaso nos muestran un camino? Si las neuronas son capaces de resucitar
y activarse después de la muerte, ¿podría ser ésta la explicación de que haya
personas que afirman que «han vuelto»? No hay una respuesta todavía para todas
estas preguntas.
Parece lógico pensar que si
las neuronas cerebrales son capaces de resucitar, la Consciencia hará lo mismo,
pero como ésta está guiada por los fenómenos cuánticos, incluyendo el
entrelazamiento, las posibilidades son enormes. Veamos esto con más detalle.
Según Sir Roger Penrose, somos ondas en la estructura del
espacio-temporal y nuestros niveles de Consciencia pueden resonar a muy pequeña
escala; estas vibraciones se comparten con la estructura del universo y nuestro
cerebro es capaz de decodificarlas. No sólo Penrose, sino también otros científicos (Dirk
K F Meijer y Hans J.H. Geesink de la Universidad de Groninga), afirman que
nuestro cerebro, además de ser un órgano de procesamiento ligado a nuestro
organismo con el que intercambia información continuamente, está vinculado al
resto del universo a nivel cuántico. A dicho nivel, nuestro cerebro estaría
conectado con campos cósmicos como el de la gravedad, el de la
energía oscura o el de las energías de los campos
magnéticos de la Tierra. En cuanto a los Universos Múltiples, lo que les
conecta a todos entre sí es precisamente la gravedad, supuestamente compuesta
de gravitones (ver figura con una representación del Multiverso. La Teoría de Branas explica que los universos, incluido el nuestro, son planos, en lo que hoy en día coinciden los cosmólogos).
Uniendo esto al fenómeno mencionado del entrelazamiento cuántico, que es capaz de conectarnos a años-luz de distancia con cualquier lugar del Universo o del Multiverso, se nos abren unas posibilidades enormes para pensar en nuestra trascendencia fuera de lo que conocemos de esta vida y hasta en el «después» de la muerte. Esto es obviamente una especulación, ¿pero imposible? No olvidemos que fuera de nosotros existen otros universos que, dadas sus diferentes dimensiones y propiedades físicas, pudieran estar mucho más «cerca» de nosotros sin que seamos conscientes de ello, incluso a pocos milímetros.
Ese desconocido lugar o lugares pudieran ser «candidatos» a ser aquellos a los que nuestra «Consciencia<>alma» nos llevase tras la muerte. Esto es coherente a su vez con filosofías orientales y nos lleva a pensar que la reencarnación, las experiencias extra-corporales e incluso la resurrección del alma cristiana son posibles y no quedarse sólo en creencias religiosas. ¡La creencia budista e hindú de que la Consciencia es una parte integral del universo podría dejar de ser un simple idealismo filosófico!
Veamos lo
que encontramos en las culturas orientales en relación con el alma:
à Hindúes: los vedas afirmaban que el alma posee
consciencia propia. En la muerte es cuando el alma pasa de un cuerpo a otro según hayan sido sus acciones o de cómo ha llevado su vida.
à Budistas: Buda afirmaba que para salvar el alma hay
que alcanzar el estado del Nirvana, que es el estado más alto de la armonía espiritual.
En otras
culturas como la asiática, la africana y la americana, encontramos un concepto de
alma similar al desarrollado por las religiones del grupo
judeocristiano (incluyendo el Islam) y la filosofía europea.
à Los antiguos egipcios la llamaron «Ba» y en este caso
significa que el alma hace de un ser individual lo que es.
Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM)
Estadísticamente se han encontrado en los
diferentes casos de ECM algunos puntos comunes más frecuentes (efecto túnel,
ver el propio cuerpo desde fuera, recuerdos retrospectivos de la vida pasada,
sensación de bienestar y paz, encuentros con familiares, incluso a veces no
querer «volver», etc.)
¿A qué se puede deber este fenómeno?
Varios de aquellos que dicen haber experimentado una ECM aseguran
que recuerdan qué pasó en
la sala del hospital una vez el doctor ya les había dado por muertos. Algunos
se acuerdan de las conversaciones entre
los profesionales o de sus caras de decepción. Todo esto llevó a demostrar la
aparente supervivencia de la conciencia tras la muerte técnica en el mayor
estudio realizado hasta la fecha, bautizado como 'AWARE (AWAreness during REsucitation)', que analiza las
experiencias de 2060 personas que
habían sufrido un paro cardíaco, tanto en EEUU como en Europa. De éstas,
330 sobrevivieron tras esfuerzos de reanimación y 140 dicen haber pasado por
una ECM. Copio del estudio: “Hemos
estudiado la mente humana en el contexto de la muerte para entender si la conciencia se aniquila o continúa después
de que la persona haya muerto, así como la relación que tiene esto con lo que sucede dentro del cerebro en tiempo
real”. Aunque la mayoría de los participantes reconoció que no podía
recordar con claridad, un 39% pudo
describir una “percepción de conciencia” y un pequeño porcentaje fue capaz de
describir las conversaciones y situaciones de la habitación del hospital. Lo
más relevante (e inquietante también) es que esos recuerdos han sido verificados por el
personal que estaba presente en ese momento exacto.
Aquellos que han tenido un breve pero intenso encuentro con la muerte cambian para mejor: “Lo que suele pasar es que aquellos que han tenido estas experiencias tan profundas se transforman, se vuelen personas más altruistas y comprometidas. Encuentran un nuevo significado a su vida". Tras semejante susto, ¿Quién no cambiaría? Parece lógico pensar que todo esto se debe a la propia Consciencia y las imágenes que es capaz de fabricarnos, pues nos crea su propia realidad a partir, en la mayoría de los casos, de nuestros propios deseos.
Tránsito a otra Vida.
Si la Consciencia (¿o el alma asociada?) es la «encargada» de facilitar el tránsito tras la muerte a un lugar entrelazado con ella como si fuese su destino, será también perfectamente capaz de decidir si lo lleva a cabo o no. Este destino, gracias al entrelazamiento cuántico y la conexión con el espacio-tiempo, podría ser explorado por la Consciencia y decidir después quedarse, elegir otro diferente o volver. Lo más probable es que eligiera bien, pues existirá una amplia y agradable oferta de posibilidades en esos otros mundos de Dios, nunca mejor dicho. Da igual que llamemos a esos lugares según nuestras creencias «Paraíso», «Cielo», «Nirvana» o «Yanna»; lo importante es que sean lugares de paz y bondad. Es obvio que no conocemos su existencia y localización, pero es también agradable pensar que algo – nuestra Consciencia, por supuesto ─ sea capaz de llevarnos allí. Conforta.
Personalmente me cuesta mucho creer en demonios, infiernos, diablejos varios, purgatorios de medio pelo y cosas así; supongo que son inventos coercitivos de responsables religiosos que pretenden hacernos sufrir por nuestras culpas. El mejor juez es nuestra propia Consciencia (o mejor dicho, «conciencia» sin “s” en esta ocasión).
¿Para qué nos puede servir todo esto? Yo creo que todos los seres humanos nos hemos preguntado alguna vez a dónde iremos después de la muerte, aunque también habrá muchos que supongan que tras fallecer ya no hay nada, absolutamente nada, y que la muerte es sencillamente el final de la vida y punto. Podría asimilarse la vida a una película, que puede haber resultado buena gracias al director o a los actores, o también más o menos mala; puede haber tenido mucho éxito o haber pasado sin pena ni gloria y pasar al ostracismo, sin nadie que se acuerde de ella pasado cierto tiempo, lo mismo que la vida. Lo que indudablemente es común a todas las películas, buenas o malas, es el último fotograma en el que aparece la palabra “Fin”. Y eso es lo que es, el final; es el momento en que en el cine se dan las luces, la película se ha terminado, nos levantamos del asiento y nos vamos a casa. Como todo en esta vida, hay excepciones, pues hay películas que tienen continuación y si no que se lo pregunten al sr. Stallone con sus Rocky 2, Rocky 3, etc.; en ellas, volvemos a ver a los mismos personajes como si hubiesen resucitado.
Cada persona
es un mundo y puede inquietarse más o menos con la idea de la muerte; nadie la
quiere, pero como es inevitable, tampoco tiene mucho sentido preocuparse por
ella. Aquí los creyentes tienen cierta ventaja, pues sencillamente están
convencidos – porque “creen” y tienen fe – que se reunirán con sus propios
dioses en el Nirvana o similares; para los cristianos, nos encontraremos con Jesucristo en los Cielos y
gozaremos de una eterna felicidad. Esto es lo que nos proporciona la Religión,
pero para ello es necesario “creer” y además creer en muchas cosas que nos han
enseñado, como por ejemplo que Jesús resucitó, que anduvo sobre las aguas, que
es el Hijo de Dios, que nos espera sonriente sentado a la derecha de Dios Padre
y mucho dogmas más que nos han repetido hasta la saciedad desde que nos hemos
formado de pequeños y que no son explicables por la Ciencia. En realidad
no hay tanta diferencia; no es más que nuestra Consciencia no es capaz de
aprehender o comprender cómo puede ser cierto todo eso, igual que sucede con el
entrelazamiento cuántico, por poner un ejemplo de los que se han visto.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, parece
incluso más viable o posible que nuestra Consciencia (para los creyentes el
alma) nos llevará gracias al entrelazamiento cuántico a un lugar en otra
dimensión, que puede estar en otro universo pero no lejos de nosotros, lugar en
el que comprenderemos por fin qué es la auténtica felicidad. Esto es asimismo
una especulación, pero ya sabemos que vivimos en un mundo cuántico, regido por
probabilidades, que nuestra Consciencia<>Alma no tiene por qué
desaparecer tras la muerte física y que es capaz de trasladarnos a cualquier
punto del espacio-tiempo en el que volvamos a sentir nuestro propio “yo” sin
haber desaparecido. Incluso pudiera suceder que la Consciencia decida volver
cuando ya hayamos atisbado un poco lo que hay tras la muerte y tengamos una ECM
con algunos recuerdos de esa experiencia. Esta aproximación podría hasta
considerarse "algo" científica y con cierta lógica, pero obviamente no
comprobada.
Con todas
estas reflexiones, a lo mejor hemos logrado acercar un poco más la Ciencia a la
Religión; que este acercamiento nos resuelva algo o nos facilite eso que se
llama el “tránsito” tras la muerte, ya es cuestión de cada uno. Si este
artículo ayuda, pues bienvenido sea…
AJUSTES DE CONSCIENCIA
Esto es otra
reflexión para el futuro que no tiene nada que ver con la religión. La
Consciencia es un fenómeno individualizado intrínseco para cada persona, pero
ésta es a la vez un ser social,
es decir, existirá siempre una dependencia de otros seres humanos y sus
consciencias. Está comprobado que la Consciencia es manipulable, lo que constituye a la vez un riesgo y una oportunidad.
En
cuanto al futuro de nuestro mundo y del camino que está tomando la Sociedad
humana, cabe pensar que algún día podríamos llegar a «ajustar» nuestra Consciencia gracias a los microtúbulos del
cerebro y así conseguir que algún día seamos mejores.
Si nuestra
Consciencia funciona como un ordenador cuántico en nuestro cerebro y además
tuviéramos a mano ya a nuestra flamante "Inteligencia Artificial consciente", ambas cosas serán
complementarias y lo que llamamos «ajuste
de Consciencia» se podría hacer realidad.
Los efectos serán en tal caso sorprendentes:
la Sociedad humana cada vez tendrá menos necesidad de ser regida por políticos
o jefes de gobierno, pues las leyes, incluso las constituciones, las normas de
convivencia, etc. estarán imbuidas en la Consciencia y poco a poco ésta irá
tomando las riendas. En cierta forma, la Consciencia dejará de ser individual y
se irá adaptando a la colectividad. No harán falta entonces organismos como la Unión
Europea, por ejemplo, pues sobrarán las discusiones, los debates y la necesidad
de convencer unos a otros. Con las leyes «incrustadas» en la Consciencia, ésta
podrá actuar por sí sola con todo derecho y simplificar el orden y la justicia
social. La Sociedad será entonces mucho más eficiente y justa.
Es evidente que la colaboración de una
IA consciente será necesaria para que todo esto se cumpla y todo funcione como
un reloj bien engrasado.
La
calidad de vida de las personas aumentará entonces notoriamente, aunque
algo se perderá por el camino: entre otras cosas, el estímulo y el espíritu de lucha inherente al ser humano, lo que
pudiera conllevar cierto «abotargamiento» de nuestro carácter. En cualquier
caso, los objetivos óptimos se fijarán por la visión de conjunto de nuestra
Consciencia «semi-colectiva» y con el apoyo de la Inteligencia Artificial
consciente.
Hay que decir para finalizar este artículo
que todo esto del “ajuste” de Consciencia y su repercusión social no es más que
una extrapolación inventada partiendo de las posibilidades que nos ofrece la
Consciencia humana y que se haya podido desarrollar una Inteligencia Artificial
aprovechando las posibilidades de la mecánica cuántica, con objeto de ser
complementaria a nuestra propia Consciencia.
Lo que hay que cuidar es que esta Inteligencia
Artificial “consciente” no se nos desmande y que esté siempre al servicio de
nuestra propia Consciencia, colectiva o no, y no al contrario.
KS, enero de 2021