SUEÑOS HISTÓRICOS
por Kurt Schleicher
Javier se despertó con un
estremecimiento y bañado en sudor. “No me puedo creer que estos sueños se
repitan de esta manera…” se dijo a sí mismo enjugándose la frente y frotándose
la cara con agua.
Hacía mucho tiempo que le pasaba lo mismo y había ido a más según iba
creciendo. Ya había cumplido diecisiete años, acababa de empezar sus estudios
de ingeniería electrónica e informática y por pura afición se había matriculado
en Físicas. Le hubiera gustado hacerlo también en Medicina, pero eso ya le
pareció un bocado demasiado grande y le faltaba vocación para hacerlo. Le
atraía todo lo que tuviera que ver con el cerebro humano y su funcionamiento,
pero, claro, no existía una disciplina limitada al campo que le interesaba. “Al
fin y al cabo, el cerebro funciona como un ordenador y con mis dos disciplinas
y además la física teórica ya me apañaré”, pensaba para sus adentros. En la
Universidad también había dado comienzo a investigaciones sobre genética
aplicada al cerebro humano, igualmente por pura afición o quién sabe si por
algún impulso que le motivaba.
Javier era alto y bien parecido, ojos agrisado-azules que denotaban una
despierta inteligencia, tez un poco pálida y cabello que ya había empezado a
huir de la parte frontal, lo que tampoco le inquietaba lo más mínimo. “Así la
corteza prefrontal estará más ventilada”, decía cuando le sugerían que hiciera
algo para remediarlo.
Desde muy pequeño sufría de sueños y pesadillas, por lo que no le
resultaba nada novedoso y ya estaba acostumbrado. Había hablado con su padre en
muchas ocasiones, pero siempre obtuvo la misma respuesta, quitando importancia
al hecho. Que si él era perfectamente normal, que eso desaparecería con el
tiempo y que, si no lo hacía, siempre habría ocasión de hablar con un médico o
un psicólogo en el futuro; su madre estaba más preocupada, pero tampoco podía
aportar nada nuevo.
De hecho, lo que le sorprendía era la repetitividad de aquellos sueños y
su realismo; ¡era capaz hasta de recordar las caras que se le aparecían! Sin
embargo, eso no era lo más sorprendente, sino la ambientación de aquellos
sueños, su entorno: no pertenecían a la época actual, sino al pasado, a juzgar
por las vestimentas. Javier no era experto en historia, pero las personas que
veía en sueños eran de dos clases bien diferenciadas: unas parecían sacadas de
la época de los conquistadores, con sus arcabuces, cotas de malla, cascos y
demás aditamentos y otras, las menos, se fundían con rostros pertenecientes a
todas luces a nativos de Sudamérica, con sus rasgos inconfundibles de indígenas
y parcialmente desnudos. Que ambas imágenes coincidieran tenía su lógica, pero,
¿por qué siempre lo mismo? ¿Qué fijación se le había formado en un ambiente que
parecía sacado del siglo XV o XVI? Sonrió para sí; en una ocasión había soñado
con lo que parecían ser los Reyes Católicos. Le impresionó la reina Isabel,
menos guapa que en las películas o en las series, pero con un rostro que
emanaba determinación, dominando claramente a su consorte Fernando, más
preocupado por asuntos terrenales que ella.
Nadie supo nunca darle una explicación racional a aquellos sueños
“medievales”; se suponía que eran figuraciones suyas, nadie les daba la tampoco
mayor importancia y así fueron pasando los años. Lo molesto era cuando se le
mezclaban dos tipos de sueños diferentes, unos más difusos y los ancestrales
más definidos; el resultado era que se despertaba mareado y confundido. Al
menos, aquella extraña “disfunción” no le había impedido ser un estudiante
brillante. Cierto es que su afición al conocimiento del cerebro debía venir de
encontrar una explicación racional para él mismo y sus extraños sueños; si no
había quien fuera capaz de ayudarle, no tendría más remedio que ocuparse él
mismo.
Javier estaba al día, o incluso por delante, de los más recientes
avances en física e informática relacionados con el cerebro; la Inteligencia
Artificial (IA) le había fascinado y su Leitmotiv
era precisamente conjugar ambos.
El cerebro “apartaba” las vivencias y
los recuerdos que consideraba poco útiles; ¿Cómo? Pues registrándolos primero
en el hipocampo, donde estarían controlados, y después, así como un 70 u 80%.
pasaban a la corteza prefrontal, en la que quedaban archivados y, en la
práctica, no disponibles. Eso evitaba que nos volviésemos locos si se nos
inundaba el hipocampo de acumulación masiva de datos “big data” y por eso era
tan importante encontrar una conexión a una IA que pudiese absorber esos datos
perdidos y manejarlos sin sobrecargar la consciencia humana. La imagen que se
le venía a la mente era estar sentado confortablemente en un sillón conectado a
un ordenador, archivando tranquilamente lo “sobrante” para poder disponer de
ello si fuese necesario. ¡Tenía que lograr que funcionase! Aun así, el margen
de maniobra seguía siendo grande: nuestro cerebro tiene cerca de 100.000
millones de neuronas (la media está en torno a los 80.000 a 90.000), pero eso
no es todo; cada una de ellas es capaz de establecer al menos un millar de
conexiones con otras células, con lo que la capacidad global del cerebro se
sitúa en torno a los 2,5 petabytes (1 Pb = 10 elevado a 15 b). No resulta
extraño, pues, que al cerebro no le
apetezca mantener esas cantidades “a la vista”; disponiendo de un generoso
ordenador al lado se le podría descargar al cerebro de un esfuerzo indeseado.
De momento sólo podría contar con implantes de chips de memoria, pero Javier
estaba convencido que mediante estimulación electrónica con electrodos
conectados al ordenador sería mucho más sencillo, evitando farragosos implantes
cerebrales. Hasta ese momento, la memoria global y los conocimientos adquiridos
– y los olvidados, por supuesto − se pierden en gran medida; siempre
ha sido una meta su potencial recuperación.
Sus sueños, dado su realismo, más parecían recuerdos que ensoñaciones.
Más de una vez se había preguntado influido por novelas de ciencia-ficción si
no estaba sufriendo una regresión temporal a aquella época tan repetida en su
mente, pero tuvo que reconocer la fantasía que aquello suponía. Sin embargo,
¿Qué explicación podía haber para tener unos sueños más similares a recuerdos
que a algo onírico? Aquello no tenía ninguna lógica.
Javier tenía un buen compañero y amigo en Santiago, con el que había
compartido sus problemas y afanes de resolución. Cuando los sueños eran más
intensos, como aquél mismo día, siempre surgía entre ambos una conversación
constructiva, pues también le fascinaba el cerebro y compartían las investigaciones
en el laboratorio junto con un pequeño equipo de estudiantes y becarios.
─ Me gustaría entender, Santi, de qué forma decide el
hipocampo con qué se queda y qué manda al gran archivo de memoria en la corteza
prefrontal, almacenando recuerdos “sin control” y que en teoría ya no nos
sirven…
Santiago sonrió.
─ Pues depende del interés que pongas, Javi; no siempre
recordaremos todo lo que queremos, pero si instintivamente nos fijamos más en
ciertos aspectos, el hipocampo lo retendrá, no te quepa duda.
─ Pero, ¿Cuánto tiempo se pueden mantener incólumes los
recuerdos en ese gran archivo? ¿Y si mis sueños tuvieran que ver con un defecto
de archivo, confundiendo sueños y recuerdos?
Santiago se encogió de hombros.
─ No es descartable, pero es que tu caso es rarísimo. Que sólo
sueñes con conquistadores o indígenas tiene más pinta de ser una fijación
psicológica que otra cosa y que no deja de martillearte. Voy a tener que estar
de acuerdo con tu padre y restarle importancia; lo que fastidia es no hallar
una explicación factual…
Javier no quería dar su brazo a
torcer y decidió rebuscar en su pasado y en lo guardado en su casa por él mismo
o sus padres. ¡Algún evento podría haber sucedido en su infancia y que él ya
hubiese olvidado! Todavía tenía llave de la casa de sus padres y entró sin
dificultad, pues no estaban en aquél momento.
En el cajón donde se guardaban los
documentos de familia y de nacimiento encontró algo inesperado, algunos papeles
de tipo médico. Con la respiración contenida, se puso a revisar con cuidado
todos aquellos documentos, aprovechando que su padre no estaba en casa; ya le
había dicho muchas veces desde niño que no tocase aquél cajón, pero al cabo de
tantos años era algo ridículo. ¡Eran documentos que le atañían a él!
No pudo evitar estremecerse cuando se
evidenció por aquellos papeles que él no había surgido de una unión conyugal
entre sus padres biológicos, sino que su padre había estado relacionado con una
empresa ─ BIOGEN ─ con la que había permitido que se le
aplicase un tratamiento genético especial y que su origen era por inseminación
artificial al útero de su madre. ¡Qué sorpresa! Tenía que hablar con su padre
de todo ello: ¿por qué se lo habría ocultado? Eso significaba que su padre biológico
no lo era en realidad, o al menos que su ADN no era el mismo, sino de
procedencia desconocida.
Al cabo de no mucho tiempo sus padres
entraban en casa; venían del médico, pues su madre no se encontraba muy bien.
─ ¡Qué sorpresa! ─ exclamó su progenitor con énfasis ─ con tanta informática y electrónica ya no te dejas caer por
aquí…
Javier le miró con gesto de guardarse
intenciones malévolas, poniéndole con afecto la mano es un hombro.
─ Tenemos que hablar, papá. ¿Nos vamos a tu despacho?
Su padre se dejó hacer, aunque
rebulló algo inquieto.
Ya sentados, Javier le alargó el
documento.
El padre palideció, pero no fue capaz
de enfadarse a esas alturas y decidió confesar.
─ Es cierto, Javi, pero debes comprender que la compensación
de Biogen fue entonces muy generosa y nos permitió salir de un bache económico muy
serio; sin ella, no te habría podido dar los estudios que bien has aprovechado
y de los que ahora disfrutas. De una forma u otra siempre he sido tu padre, y
eso no cambia el pasado.
Javier asintió, con cierta desgana.
─ No acabo de entender qué gana Biogen con eso
de la inseminación… ─ replicó Javier, algo mosqueado. Su padre le miró con
tristeza.
─ Es largo de contar, hijo; debo pedirte
perdón, primero por haberte ocultado todo esto y segundo… que creo saber de qué
vienen tus extraños sueños. Ten un poco de paciencia; no quiero ir en desorden.
Javier no pudo evitar el respingo; ¡su padre
sabía mucho más de lo que pensaba!
─ Por lo del interés de Biogen, debes saber
que están asociados con una entidad llamada E.N.M.H. (Empresa Nacional de
Memoria Histórica), pues existe un compromiso de Biogen con ellos para aclarar
aspectos históricos y probarlo. Puedes imaginarte el dinero que hay detrás de
aclarar hechos históricos olvidados y que esta empresa podría sacar a la luz…
¡Nada menos que la verdad de la historia! No olvides que Biogen se ha
especializado en los aspectos de conservación y archivado de la memoria…
Javier se sintió desconcertado. ¡Era también
un aspecto de su propia especialización! ¡Y Biogen sabía mucho más de lo que
había supuesto!
─ No veo cómo pueden hacer eso. ¿Qué tienen
que ver la memoria de la historia con lo que se archive en el cerebro? ¿De
quién van a sacar eso? No me digas ahora que eso tiene que ver con mis sueños…
Su padre volvió a mirarle a los ojos con
profunda tristeza.
─ Aún tengo algo más por lo que pedirte
perdón, hijo… Un equipo de Biogen te está vigilando y además, sin que tú hayas
sido plenamente consciente de ello, han promovido tus investigaciones e incluso
te están ayudando con gran discreción. Estoy seguro que habrás conocido a más
de uno.
Javier empezaba a estar alucinado, atónito y,
por qué no decirlo, enfadado. ¡Cómo se habían atrevido a hacer eso sin respetar
su intimidad!
Su padre se dio cuenta del potencial enfado y
decidió adelantarse.
─ He podido hacerme con gran parte de los
documentos de Biogen sin que lo supieran; así estoy protegido en caso de que vinieran mal
dadas. Te lo tengo que enseñar, pues es muy denso y se escapa de mis
entendederas. Intuyo que tú ya estás en condiciones de digerir todo ese
galimatías de ADN, ARN y además te puede servir para aclararte tú mismo o hasta
descubrir algo nuevo.
Javier todavía se enfadó más.
─ ¡Papá! ¿Cómo es posible que me hayas
ocultado esos papeles en tu opinión tan reveladores? ¿No te das cuenta que a lo
mejor he estado trabajando en lo mismo sin saber que alguien se había ocupado
antes y evitar así que trabajase en balde? Más aún: si me vigilan, ¡quizás
hasta lo hayan impedido!
─ Lo siento, hijo, pero si te los hubiera dado
lo más fácil es que los de Biogen, que no sé ni quiénes son, lo hubieran
descubierto y eso no podía permitirlo. Tampoco sabía que estarías investigando
en lo mismo ─ suspiró avergonzado.
Javier se fue calmando; tampoco tenía caso que
se enfadase más con su padre, al que veía ya bastante cariacontecido.
─ Déjame ver toda esa documentación, papá; si
es realmente útil y responde a criterios científicos, se me pasará el cabreo,
no te preocupes…
El padre tuvo que abrir un hueco en un falso
tabique del que Javier desconocía su existencia y de allí sacó una urna de
metal para que los papeles se mantuviesen a salvo.
Javier se enfrascó en los documentos; parecían
prometedores.
El primero trataba de cómo evitar la
degradación del ADN y almacenar información de manera mucho más eficiente con
un nuevo tipo de computación. Parecía interesante.
El segundo versaba sobre el ácido ribonucleico
ARN y de cómo lograr que fuese capaz de evolucionar. Javier se sorprendió; que
él supiese, aún no se había logrado que el ARN se replicase por sí mismo, de
forma automática, sin intervenir en el proceso. Si lo habían logrado, ¡podrían
hasta crear vida! No sólo eso, sino que el ADN evolucionase y fabricase en un
ser en formación unas experiencias totalmente nuevas. Increíble si fuese
cierto.
Y la guinda del pastel: el ácido xenonucleico artificial AXN. Javier ya sabía algo de él, no era nada nuevo, pero nunca antes se había sabido aprovechar todas sus posibilidades. El AXN es un polímero sintético creado artificialmente con las cuatro letras o bases genéticas del código genético humano (timina T, adenina A, guanina G y citosina C), aparte de otras bases suplementarias (y las dos letras o bases X e Y, totalizando así seis) que intuía eran capaces de facilitar la evolución que se pretendía, es decir, está preparado para introducir, replicar y almacenar información genética. Allí podría estar el quid de la cuestión, pues hasta ese momento las hebras del ADN solo se podían replicar a partir de enzimas copiadoras.
Acido xenonucleico o AXN
Javier estaba tan excitado que hasta sonrió a
su padre.
─ Creo que esto es genial, papá; si es verdad,
me servirá… y te perdono que hasta ahora me lo hayas ocultado. Más vale tarde
que nunca…
Javier continuó leyendo.
Allí se detallaba cómo hacer una transcripción
de las instrucciones guardadas en el ADN dentro del núcleo celular. El “artificial”
AXN era capaz de transportar información genética; allí se explicaba cómo con
pequeños trozos de AXN introducidos en genomas bacterianos, cuya lectura
necesitaban los microbios involucrados en el proceso y así poder sobrevivir, ya
sí que lo podrían hacer, es decir, ¡había garantía de que aquello funcionase!.
Fantástico; a Javier le temblaban las manos.
Otro documento detallaba cómo se habían creado
enzimas artificiales del nuevo AXN capaces de “leer” las hebras originales del
ácido xenonucleico original… ¡y de generar copias de ADN que a su vez serían
transcritas al AXN, o sea, a sus descendientes!
¡Ésa era la solución que buscaba! No estaba todavía claro que las xenoenzimas fueran realmente capaces de
reproducirse, pero todo indicaba que sí; en cualquier caso, eso ya lo podría
solucionar él mismo. Se sintió muy excitado; se pondría a ello de manera
inmediata.
Javier se lo explicó a su padre, que había
seguido su explicación con sonrisa despistada.
─ Mira, hijo, no me he enterado ni de la mitad
de todo eso que me cuentas sobre esos papeles de Biogen, pero intuyo algo que
puede tener que ver contigo.
Javier enarcó las cejas.
─ ¿Y eso?
─ No me ha dado tiempo a contarte que tú tienes
a través mío un nuevo ADN que ha crecido en ti desde que eras un embrión,
formando parte de ti y evolucionando contigo. Supongo que el tal AXN que has
mencionado de los documentos ha tenido algo que ver en todo ello, pues tú eres
el descendiente que se precisa para
que el ADN haga su trabajo de evolución y se desarrolle en tí.
Javier ya no se sorprendió.
─ Supongo que me lo contarás ahora…
─ Por supuesto, pero permíteme de nuevo que
vaya por orden y evitar así mezclar los hechos ─ replicó su padre en tono
misterioso ─ dejaré para el final los detalles.
Javier accedió a regañadientes, pues ya estaba
ansioso.
─ Te recuerdo, hijo, que el quid de la
cuestión está en el acuerdo entre la E.N.M.H. y Biogen. Todo gira alrededor de
la veracidad de hechos históricos, lo que esconde potenciales beneficios
millonarios si tales hechos se pudieran probar con rigor científico. Biogen,
con tu ayuda “involuntaria” gracias a los estudios de memoria - a memoria
histórica me estoy refiriendo - siempre ha creído que lo podrá hacer y está
cuidando de que así sea.
─ Se me escapa qué tiene que ver eso con tu
ADN heredado por mí e incluso con mis sueños…
─ ¿Por qué crees que me lo han implantado a mí,
sino que ha sido preciso que tú crecieras con él desde el mismo momento de tu concepción
y todos, en especial Biogen, ha tenido la sacrosanta paciencia de esperar
varios años? ¿Aún no has caído, hijo? Tú mismo acabas de ver cómo funciona el
AXN, pues a su través el cerebro se va adaptando al evolucionar a medida que
fueras creciendo y tú eres mi descendiente. Estoy hablando de tu propia
memoria, ésa del hipocampo que acaba en la corteza prefrontal y que no somos
capaces de controlar salvo que podamos transferirla a un medio informático,
como ya sabes mucho mejor que yo. Eso es lo que quieren.
Javier ya iba entreviendo el encaje de todo
aquél galimatías.
─ Entonces, ¿mis sueños no son tales sino que
son realmente recuerdos de hechos reales? Ahora entiendo que sean tan
repetitivos y detallados, siendo capaz hasta de recordar caras… ─ Javier sonrió para sí mismo por lo que se le
acababa de ocurrir, terminando con una gran carcajada ─ ¡A lo mejor soy el
único ser humano hoy en día que ha visto en persona a los Reyes Católicos y
encima transferir sus efigies a una base de datos!
─ Sí, pero es mucho más que eso, ya que podrás
contar la verdadera historia y en imágenes, lo cual significa para el
beneficiario un auténtico pastón…
─ Déjame que adivine, papá. Gracias a la
aportación del AXN y su capacidad de réplica y copia, el ADN misterioso que me
has transferido ha logrado que revivan los recuerdos incrustados en el ADN de
no sé quién del siglo XV o XVI a juzgar por las vestimentas, permitiendo
resucitar sus verdaderos recuerdos… ¿De quién es finalmente ese ADN, papá?
El padre soltó una sonrisa conejil.
─ Por eso lo guardé hasta ahora; se
trata de un personaje importante y polémico, en especial en estos días que se
denuesta tanto a los conquistadores españoles y su verdadero papel en la
historia, cada vez más controvertida al no haber defensa posible contra los
infundios que se lanzan en Hispanoamérica e incluso en la propia España. A ver
si lo adivinas: ¿a quién pertenecen unos restos humanos guardados en un
catafalco de la Catedral de Sevilla, aparte de otros en Santo Domingo?
La historia no era el fuerte de
Javier, pero ya iba intuyendo de quién se trataba.
─ Sí, hijo mío, es quien estás pensando. Ahora mismo eres
genéticamente nada menos que el gran almirante Cristóbal Colón, pues tu ADN ha
evolucionado al implantarse y “resucitar” en tu hipocampo; además, ésos y más
recuerdos de Colón a partir de su propio ADN deben estar archivados en tu
corteza prefrontal. El ADN fue extraído ya hace tiempo, en 2003, cuando esos
restos, los de Sevilla, fueron exhumados. Se ha comprobado que es ciertamente
del almirante comparándolo con el de sus reconocidos descendientes. Los de la
catedral de Santo Domingo están aún pendientes de estudio. Gracias a ti, es muy
posible que la verdadera historia de Cristóbal Colón sea por fin conocida…
─ Sí, y en 2003 nací yo... coincidiendo con la exhumación y
extracción del ADN ─ respondió Javier pensativo.
Javier se sentía al mismo tiempo
aliviado y atónito, pero todo encajaba. No era muy aficionado a la historia,
pero asumiendo que todo aquello fuera verdad, le apetecía comparar la biografía
del almirante nada menos que con sus propios recuerdos, es decir, su auténtica
y única biografía. ¡Fascinante! Y eso no era todo, pues las posibilidades de
todo aquél proceso de evolución del ADN eran enormes, aunque la ética de sacar
a la luz las intimidades de cualquier persona era algo más que discutible. Si
Biogen y la E.N.M.H se apropiaban del proceso, montarían un negocio muy
lucrativo. Sí, la historia terminaría por no tener secretos, pero, ¿era eso
mejor que la falta de ética al poder penetrar en los recuerdos más íntimos de
cualquier persona elegida como “blanco”, fuera o no un personaje histórico? Si
no se controlase esa actividad, se generaría un potencial problema social
inaceptable.
Javier hizo un esfuerzo para alejar
de su mente esa indeseada repercusión. ¡Él sólo quería aclarar la debatida
biografía de Colón!
EPÍLOGO. Los recuerdos
de Colón.
“Gestionar recuerdos es más difícil
de lo que parece”, mascullaba Javier para sí al empezar con la labor de rascar
lo que tuviera en su memoria que estuviera relacionado con Colón.
Aparte de otras muchas, las mayores
dificultades eran localizar los recuerdos, ponerlos en orden o asociarles
fechas; antes de los diez años eran muy difusos, como nos sucede a todos en
mayor o menor medida. Esto dificultaba aclarar el tan debatido asunto de su
nacimiento; la sorpresa se la llevó al no encontrar ninguna imagen de sus
padres. ¿Por qué sería? Por fortuna, de aquella época de la infancia había
algunas imágenes borrosas, pero se entremezclaban las de barcos veleros (la
mayoría) con escasas imágenes de una ciudad que parecía ser Génova por el
puerto, así como de otras, las menos, pero en las que se reconocía Florencia.
Curioso. Tenía la sensación además de que las imágenes de Génova eran unos
recuerdos que el propio Colón quería olvidar intencionadamente, pues cada vez
que accedía a ellas se borraban como las de un viejo televisor que no
sintonizara bien, cosa que no ocurría con las otras.
En definitiva, los primeros recuerdos
de Colón eran de viajes por mar y de una ciudad que parecía ser Génova; las de
Florencia eran posteriores y en consecuencia, más nítidas. En conclusión: que
Colón era de origen italiano, pero el idioma que hablaba mejor de niño era
portugués, no italiano, idioma que parecía rechazar. La explicación la fue
descubriendo Javier con muchas dificultades: Colón sentía vergüenza por su
humilde origen, más humilde de lo que se decía en algunas hipótesis, así como
de no haber podido asistir a una escuela como Dios manda que le pudiera haber
dado una formación más digna de la nobleza. Poniendo orden en los de barcos,
desde muy pequeño había estado como grumete en buques portugueses, con los que
pudo viajar tanto por el Mediterráneo como en el Atlántico. Ahí se desarrolló
su vocación marinera y por eso hablaba ¡y escribía! mejor el portugués que el
italiano, además de estar asociadas muchas imágenes de marineros portugueses y
algunas de costas que parecían pertenecer a Portugal, incluyendo conocimientos
sobre el comportamiento del mar.
En cuanto al lugar y la fecha de
nacimiento, no había ningún recuerdo asociado, por lo que todo indicaba
analizando el entorno histórico que debió nacer en Génova en una horquilla de
cinco años entre 1446 y 1451. No estaba claro desde cuándo le habían acogido
como grumete, pero entre los seis y los diez años aprendió mucho de navegación,
gracias a la ayuda de los marinos portugueses. En cuanto a imágenes de
personas, aparecía su hermano Bartolomé, pero de mayor; las demás resultaban
difusas y no identificables.
A partir de los diez años, las
imágenes mejoraban; el problema era asociarlas con una determinada edad, por lo
que se supone que las primeras correspondían a un Colón entre los diez y quince
años. Aparecían una serie de mapas y una efigie muy repetida de un marino turco
con aspecto de caudillo; estaba claro que ambas habían impresionado al joven
Colón y los recuerdos estarían en el hipocampo. Tras investigar en libros y
comparar efigies, aquél marino se correspondía con el almirante Kemal Reis,
inconfundible con su puntiaguda barba. Colón atesoraba gran cantidad de
recuerdos en el barco del almirante, incluyendo sus experiencias en batallas
navales. Kemal Reis fue encargado años más tarde, al ser nombrado Almirante de
la flota otomana (gracias a lo cual se trata de un personaje conocido) de
apoyar al ya disminuido reino árabe de Granada contra los Reyes Católicos,
antes de le rendición de Boabdil.
Las otras imágenes correspondían a
unos bocetos de un antiguo mapa en poder del almirante y que se suponía
correspondía al océano Atlántico, pues las costas occidentales de Europa se
reconocían con facilidad. Al otro lado del océano se dibujaban unas costas que
muy bien podrían ser las orientales de Catay (China) y de Cipango (Japón) y más
al sur otras imposibles de identificar. El joven Kemal Reis mencionó al joven
Colón con el que debió de coincidir en sus primeras correrías de pirata en el
mismo barco que la procedencia era de un sultán, según se lo contó su propio
padre.
De Kemal Reis se sabe que fue
coetáneo de Colón (el nacimiento del futuro almirante de nombre real Ahmed
Kemaleddin se sabe qu
Después de todos sus viajes con portugueses y turcos en los que se forjó su educación y experiencia marinera, Colón retornó a Italia y pasó una temporada en Florencia. Allí entró en contacto hacia 1468 con un prestigioso matemático, astrónomo y cartógrafo de nombre Paolo del Pozzo Toscanelli, al que mostró la copia o copias que había hecho del mapa de Kemal Reis; la sorpresa del viejo cartógrafo fue mayúscula, momento que estaba muy bien grabado en sus recuerdos. Lo sorprendente era la coincidencia de aquél mapa con el que acababa de calcular el propio Toscanelli en aquellas mismas fechas sin basarse en ninguna información previa (además, Toscanelli nunca salió de Florencia). ¡Allí estaban las costas occidentales de Europa y al otro lado las de Cipango (Japón) y Catay (China), corroborando además las distancias aproximadas que habían partido del propio Toscanelli! Colón, medio siglo más joven que el matemático, también quedó impresionado, por supuesto, pues las fuentes eran tan distintas que aquella coincidencia no podía ser sino cierta. Por parte de Toscanelli, al ver que sus cálculos coincidían con tal precisión con una información antigua procedente de un marino turco basada en no se sabe qué fuentes desconocidas más antiguas, le daba seguridad y reafirmación de que aquellos cálculos eran sin duda correctos. Hoy sabemos que no lo eran, por supuesto; los errores de Toscanelli se debían a fiarse de los 30 grados de longitud estimados por Marco Polo para el extremo oriental de China y no haber tenido en cuenta que la milla árabe era 500 metros más larga que la italiana, desvirtuando las referencias. Sumando a esto el sorprendente error de cálculo en un sabio como él de atribuir a la Tierra una circunferencia de 29000 km en lugar de los 40000 que tiene, resultaba que Cipango (Japón) se localizaba tan sólo a 4000 millas náuticas de Cabo Verde en el mapa, cuando en realidad estaba a 10600 nm.
Mapa de Toscanelli (1468)
Es muy difícil que se sepa algún día
por qué el antiguo mapa que copió Colón y le reafirmó a Toscanelli en sus
cálculos eran tan similares y ambos erróneos; no es de extrañar que ambos,
Colón y Toscanelli, se fueran a la tumba convencidos de la cercanía de Asia y
Europa, pero al menos hicieron posible el descubrimiento de América.
No acaban aquí las casualidades, pues
Piri Reis, el sobrino de Kemal Reis, pergeñó en 1513 su famoso mapa partiendo
de la misma fuente antigua de su tío añadiendo informaciones del propio Colón
de fecha 1501 tras el descubrimiento, con el contorno de las costas norteñas de
Sudamérica, sorprendentemente coincidentes con la realidad.
Véanse las coincidencias entre los
tres mapas, incluyendo las distancias relativas y la forma de Cipango (Japón)
Mapa
de Piri Reis (1513)
Colón ya había acumulado en plena juventud (entre su época de grumete a
los seis años y a los cerca de veinte años en que conoció a Toscanelli) una
gran experiencia de navegación a lo largo y ancho del Mediterráneo. Ya con el
acicate del mapa de Toscanelli decidió hacer recorridos por la costa atlántica
y estudiar de paso las corrientes marinas desde las islas Azores, Canarias,
bordeando España, recalando en Portugal y recorriendo las Islas Británicas
llegando incluso a Islandia hacia 1477. Allí tuvo ocasión de saber que, según
los islandeses, hacia el oeste había tierras; aquello podían ser leyendas, pero
a Colón le reafirmaba una vez más que podría muy bien tratarse del norte de
Catay. En cuanto a Irlanda, visitó la iglesia de San Nicolás en Galway, donde
dejó constancia de su paso en ese año de 1477, cuando tenía aproximadamente
entre 27 y 30 años. Estudió la corriente del Golfo y los vientos alisios, pues
su afán era cruzar hacia Cipango y Catay con la certeza de que los vientos le
llevasen allí con seguridad; habiendo atesorado más de veinte años de
experiencia marina, se consideraba preparado para emprender esa aventura, pero
necesitaba patrocinador, dinero y barcos.
De todo aquello había tantos
recuerdos entremezclados sin determinar fechas, que cualquier referencia que
relacionase los recuerdos archivados en su memoria con alguna fecha documentada
era un tesoro. Por ejemplo, sabemos que su estancia en Portugal hasta que pudo
contactar con el rey Juan II fue a la vuelta de sus viajes por el atlántico
norte, entre 1480 y 1485. Al no tener éxito con este rey que no creyó en él ni
en su proyecto de viaje a las Indias, lo que se sabe es que fue a España hasta
que logró en enero de 1486 el contacto con los Reyes Católicos. A partir de ese
momento, los años fueron transcurriendo en gestiones de preparación del viaje
hasta 1492.
No es el objeto de este epílogo
detallar y repetir la historia más o menos conocida del futuro almirante, pues
no hay diferencias relevantes a partir de estas fechas. Lo que Javier podía
aportar buceando en los recuerdos a los que tenía acceso era sobre aquello que
más le había impresionado a Colón, pues la calidad de las imágenes y que
seguían estando en su hipocampo era de gran nitidez y fácilmente archivables en
un ordenador.
Comparando con la historia o
biografía “oficial” de Colón, hay sin embargo un par de hechos que merece la
pena destacar. Una es su vida amorosa, pues entre tantos viajes siempre hay
encuentros con féminas; unas que le impresionaron más que otras y eso queda marcado
en los recuerdos.
La historia oficial destaca su
matrimonio con Felipa Muñiz, de la clase alta portuguesa y que le abrió las
puertas al rey Juan II. Con ella tuvo a Diego Colón, como es bien sabido. Tuvo
más tarde otra pareja, con la que no se casó, Beatriz Enríquez de Boadilla, con
la que tuvo otro hijo, Hernando. ¿Estuvo Colón enamorado de alguna de estas dos
damas? Pues analizando los recuerdos, resulta que no. Su auténtico amor fue
otra Beatriz, apodada “La Cazadora”,
de nombre Beatriz de Bobadilla y Ulloa, gobernadora de las islas de La Gomera y
Hierro en Canarias, con la que mantuvo relaciones amorosas esporádicas, pero
que en su recuerdo ha quedado marcado con gran intensidad. Parece ser y se
comprueba en el cuadro adjunto que esta dama era muy bella y de gran
temperamento, erigiéndose en protectora y abastecedora de avituallamientos en
tres de los cuatro viajes de Colón, en 1492, 1493 y 1498.
Beatriz de Bobadilla, “La
Cazadora”
Esta es la razón por la que sus
paradas en las Canarias no fueron en Las Palmas, como parecería lógico, sino en
La Gomera, ya que su dama, como gran mandamás de la isla, le garantizaba una
calidad y eficiencia en los suministros, sin contar por supuesto con los dulces
encuentros amorosos que la ocasión le brindaba.
Otro hecho bien marcado en su memoria
fue el primer encuentro con los indígenas. Le sorprendió su aspecto primitivo,
pues la ancestral cultura china era conocida tras las informaciones de Marco
Polo y las relaciones comerciales subsiguientes, no acabando de encajar el
aspecto de aquellos indígenas con la imagen de las historias de este otro gran
viajero. Colón no paraba de preguntar por el Gran Khan y los jefes de tribu ni
asentían ni dejaban de asentir, pero estaba claro que no sabían nada de aquél
personaje. Colón asumió que Catay era muy grande y que en las zonas limítrofes
del país pudieran no saber nada del emperador, cosa que no le evitaba cierta
frustración.
Cristóbal Colón no tenía espíritu de
conquistador y trató a los indígenas con respeto, aunque en alguna ocasión,
siendo gobernador con hermano Bartolomé, se vio forzado a sofocar
levantamientos de indígenas, siendo
acusado de haberlo hecho de forma cruenta y hasta encarcelado por mandato de la
reina. Aparte de este hecho, no hay constatación alguna de ínfulas
conquistadoras al estilo Pizarro o Cortés. Colón era un descubridor y su única
ambición era promover que los territorios descubiertos se asignasen a sus
patrocinadores los Reyes Católicos, que era además lo que le habían encargado y
su medio de vida entonces.
No parece justa, por tanto, la animadversión
que en estos últimos tiempos ha surgido en países sud- y centroamericanos hacia
su persona, derribando estatuas y generando infundios por los que España
debiera pedir perdón. Menos comprensible todavía es que esto mismo se repita en
España, como ha sucedido recientemente.
En la memoria y recuerdos de Colón no
hay sentimientos de arrepentimiento hacia acciones contra los indígenas
sudamericanos, por lo que lo más lógico es que no hayan existido y lo furia
levantisca hacia este personaje histórico resulte ser absolutamente vergonzosa
hacia la historia de España. Todavía no he visto derribar ninguna estatua de
piratas ingleses, sino más bien lo contrario, por lo que pienso que hay trampa
y cartón tras estas actitudes.
KS, octubre de 2020
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