miércoles, 31 de marzo de 2021

¡Cómo cambian las tornas!

 

      ¡Cómo cambian las tornas!             Por Kurt Schleicher

 

   Esto no es más que un ejercicio de humor con ánimo de criticar el empleo cada vez más extendido de los robots telefónicos que llegan a veces a desesperarnos y terminar clamando eso de “¡Quiero hablar con un gestoooor!”

   Por el contrario, con la capacidad de aprendizaje que la Inteligencia Artificial está adquiriendo, quizás al cabo de poco tiempo ya no seamos capaces de distinguir un robot de una persona a través del teléfono y no nos desesperemos tanto. Pero eso pudiera tener consecuencias imprevisibles, como sucede tras este breve diálogo…

 

    Una llamada de teléfono en un momento cualquiera de un día cualquiera.

¡Hola! Seguro que eres Carlos… (voz femenina agradable y un poco ronca)

Pues no, se equivoca, soy Eusebio, no Carlos…

Ya, es que serás Carlos Eusebio y yo lo ignoraba.

Que no, que no, que yo soy Eusebio a secas; usted se confunde…

  Te he conocido; no te preocupes, que da lo mismo. Si quieres te llamo Eusebio. A mí no me importa… la voz femenina no cejaba en su empeño.

     Tras unos instantes de reflexión, Eusebio insistió.

  Ya, como quiera, pero es que usted querrá hablar con otro, no conmigo…

  Precisamente es lo contrario, querido Eusebio; quiero hablar contigo. Ya sé que eres tú, picarón…

 ¡Y dale! ¡Que yo no soy, coñe…!

  No me engañas, cariñín, que te conozco por la voz…

   Eusebio comenzó a abrir los ojos, estupefacto. ¿Y si tuviera razón y fuera él el desmemoriado?

  A ver, a ver, dame pistas. Por la voz no te reconozco, puede ser por problemas de contagio, huy no, de contacto, ─ ¿en qué estaría yo pensando? ─  Oye, ¿tú no serás un robot?

      La voz femenina ignoró el último comentario.

  Cielo, ¿no recuerdas la última vez que nos vimos? ¡Tú estabas entusiasmado con mi canalillo!

     Eusebio empezó a sentir cierto calorcillo en los bajos y hasta una incipiente erección que no experimentaba desde hacía tiempo. Pensó que no estaría de más seguir con el juego; empezaba a divertirse.

─ Pues no recuerdo, pero si había canalillo es que detrás había buenas tetas…

─ No seas bruto, que me pones más cachonda que la última vez que nos vimos y ya sabes cómo terminamos ─ insistió la voz femenina, un poco más ronca y sugestiva.

    Eusebio volvía a estar estupefacto; ya tenía sesenta años y no debería estar empezando con síntomas de Alzheimer. ¿Cómo iba a olvidar estar revolcándose con una tía de buenas tetazas?

  Pero encanto, ¡si yo estoy casado desde hace treinta años y tengo dos hijos!

  Pues yo no lo puedo olvidar; ¡estuviste fantástico! Y conste que no soy celosa, pero es que quiero verte de nuevo. Estoy ahora de paso por Madrid y no quiero perder esta ocasión y poder disfrutar contigo…

  Pero en mi casa no es posible, con la jefa rondando por aquí ─ Eusebio ya había bajado considerablemente su tono de voz y miraba a todos lados para confirmar que seguía estando solo.

  No te preocupes; podemos quedar en mi hotel. Tú me dices cuándo puedes venir y yo te esperaré…

    Eusebio hacía esfuerzos para darse cuenta que aquello sonaba tan bien que podría no ser real, pero tampoco llegaba a conseguirlo. Sonrió para sí: “Más tiran dos tetas que dos carretas…” y decidió que no perdería nada con seguir la conversación que tan sugestiva se había tornado.

  Pues sí, eso suena muy bien, pero ahora que me doy cuenta no recuerdo cómo te llamas; ¿Cómo pregunto por ti?

  Me ofendes cariño ─ a Eusebio le parecía que el tono de voz había cambiado a triste ─ estoy segura de que sí lo recuerdas; no te preocupes, te dejaré un mensaje en recepción con mi número de habitación antes de que llegues.

     A Eusebio le dio pena; no quería ofenderla. ¡Aquello no pasaba todos los días!

  Vale, vale, dime cuál es tu hotel y lo hacemos así. ¡No veas las ganas que tengo también de verte! El recuerdo de tu canalillo… y de otras cositas me ha puesto calentorro ─ Eusebio, con su ansia de evitar ofenderla, ya no sabía ni lo que decía.

  Estoy en el Intercontinental Madrid, ya sabes, el antiguo Hilton ─ replicó la voz ─ Es muy grande y por eso también muy discreto… allí puedes hacer conmigo lo que quieras, que nadie se va a enterar.

     Eusebio había oído hablar del hotel. ¡Qué nivel! Eso aún lo hacía más atractivo.

     La voz femenina ronca y cálida prosiguió.

  Ya sabes que yo resido en Brasil y antes de que vengas a verme me gustaría decirte que me encantaría pudieras decidir venirte conmigo allí una temporada. Lo pasaríamos genial y no tendrías ni que preocuparte de reservar hotel; ahora no tengo pareja y mi preciosa casita cuenta con piscina entre otras cosas, situada además cerca de la playa de Ipanema. Ahora que lo pienso; invéntate alguna excusa y ya te vienes con una maleta hecha, nos marchamos directamente desde aquí a Río de Janeiro y me acompañas. ¿Qué te parece?

    A Eusebio ya se le había puesto su erección a tope. ¿Cómo iba a dejar escapar tal invitación? Incluso aunque la buena señora fuera un poco callo, merecería la pena. Tras un somero análisis de probabilidades, estaba harto de su mujer tras volverse tan mandona y encima ella sí que era un auténtico callo. Sus hijos ya estaban emancipados y no serían motivo de preocupación. Tenía una buena y saneada cuenta en el banco que con sesenta años ya no iba a tener ocasiones como aquella para gastar; en cualquier caso sería una atractiva aventura. ¡Cómo iba a rechazarla! Encima, no le saldría muy caro al vivir de invitado y no precisar hotel. ¡Miel sobre hojuelas! Eso sí, tenía que inventarse algo (¿una herencia sorpresiva quizás?) para justificar ante su mujer lo del viajecito y retirar el suficiente dinero del banco para vivir allí como un señor, de restaurantes y salidas nocturnas. Con el escaso sentido común que le quedaba, decidió que sería mejor no comprometerse, al menos todavía.

 Te propongo una cosa ─ replicó Eusebio en tono más reflexivo, rascándose una oreja ─ para decidir lo de ir al Brasil me cuesta un poco hacerlo ahora sin más, pero te prometo que lo pensaré y además creo que será lo más seguro que haga. Pasado mañana, coincidiendo con el fin de semana, me presento en tu hotel y vete contando ya que lo más probable es que nos vayamos juntos ─ exclamó Eusebio en voz baja y ronca, pues se le había secado la garganta tras tanta emoción seguida, sin seguir siendo capaz de creerse lo que estaba diciendo.

  ¡No sabes lo que me alegro de oír eso! ─ respondió la misteriosa voz femenina, muy animada ─ Prepárate que te voy a chupar por todos los sitios que más te gustan; estoy convencida de que no te vas a poder resistir a irte conmigo. ¡Eres un Cielo! No veas las ganas que tengo de tenerte aquí y sentir tu potente masculinidad en mí…!

    Eusebio se miraba sus partes bajas y se dijo que podría quedar hasta bien. Le había halagado mucho el comentario. ¡Pocas veces podría ya tener tal ocasión a su edad!

  Y yo también tengo ganas de chuparte esas teticas tan ricas… ─ Eusebio estaba ya convencido de su falta de memoria y el entusiasmo no le dejaba ver más allá, sintiéndose feliz y desinhibido.

  ¡No sabes lo que te quiero y lo feliz que te voy a hacer! ─ replicó la ronca voz femenina, logrando que se le erizara hasta el vello de la espalda de emoción.

   Al darse cuenta que la voz femenina había colgado, sin saber ya lo que estaba haciendo, también colgó, todavía alucinado.

    Eusebio se dijo que esas cosas no las podría decir un robot, que es lo primero que había pensado. Decidió calmarse y hacer las cosas por orden: convencer a la vieja, sacar la pasta del banco, reservar el billete a Río, preparar una maleta pequeña… ¡Ya habría ocasión de comprar en Río trajes más compatibles con un digno conquistador español!

     Se le estaba haciendo la boca agua.

 

    Dejo a cada lector que decida cuál termina siendo el final de esta sugerente historia. Se admiten propuestas…

 

                                                                                        K.S., marzo 2021.


1 comentario:

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