Basílica de la Sagrada Familia;
interiores y contrastes.
por Kurt
Schleicher
Siempre me ha llamado la atención este templo, hoy Basílica
Menor con ocasión de su consagración por el anterior Papa en su visita a España
a finales del 2010 y justo después de dar por terminado por fin el interior de
la misma, pues el exterior dista mucho de estarlo; se prevé que se pueda dar
por finalizada en 2026, coincidiendo con el centenario del fallecimiento de
Gaudí. Dado que su construcción se comenzó en 1882, llevamos nada menos que 131
años viendo este monumento en perpetua construcción lleno de artilugios, de
forma que, si la crisis no lo impide, tras siglo y medio de obras a lo mejor
tenemos la suerte de verlo. En la foto adjunta he eliminado las grúas, pues me
causa angustia verlas…
Partiendo de una buena maqueta, nos podemos hacer una idea de cómo debe
quedar la basílica cuando esté finalizada (fuente
internet):
¿Que por qué me ha llamado tanto la
atención? Hombre, hay que reconocer que es original; esto me hace pensar que su
diseñador, el genial Gaudí, tiene esa facultad que tanto admiro yo en un
artista: una impronta que le hace inconfundible y que hace que su obra se
reconozca con facilidad. Esta facultad de originalidad “marca de la casa” está
reservada a unos pocos artistas elegidos, por los que siempre he sentido una
especial admiración: Van Gogh, Dalí y otros de los que, al ver aunque sólo sea
una obra suya, no dudamos sin necesidad de ser entendidos en arte quién es el
autor. Eso requiere además de imaginación, una cierta valentía y osadía para
romper moldes.
La primera vez que visité el templo (hace
más de 35 años) me llevé cierta decepción, no por el arte, sino porque entonces
era como un gran cascarón vacío y me tuve que conformar con subir por los
diferentes pasadizos, pasarelas y escaleras que te dejaban acceder entre una
desordenada obra, sacos de cemento, hormigones y demás artículos de
construcción y con cierto aire de abandono; me dije que tenía que volver cuando
lo viera más terminado. La verdad es que cada vez que pasaba por Barcelona me
acercaba, pero no hacía más que ver grúas y redes por doquier y al interior
tampoco se me dejaba acceder. Por fin, tras la visita del papa Benedicto, ya
parecía que al menos el interior estaba inaugurado, ya había tomado cierta
forma y, por lo que veía, sorprendente.
Tengo que advertir que con estas cosas del
arte, soy muy subjetivo y jamás osaré decir algo sobre su calidad al no ser
ningún experto. Pienso que nunca se debe juzgar si una obra es buena o mala,
sino si te gusta más o menos y, si es posible adivinarlo, el porqué. Pasa como
con las fotografías y las mujeres bonitas: unas parecen perfectas pero no te
dicen nada, otras te llaman la atención en mayor o menor medida y de otras te
enamoras. (En el caso de las mujeres hay más matices todavía, pero eso lo
dejaremos para otra ocasión).
En el caso del templo, hay que mencionar que
la basílica de la Sagrada Familia es el monumento más visitado en toda España,
con 3,2 millones en 2011, por delante del Museo del Prado con 2,9 millones. Por
algo será… ya me llevé una desagradable
sorpresa cuando un martes a media mañana la cola de visitantes casi abarcaba
todo un lateral del templo.
Eso me
lleva a por qué estoy escribiendo esto; sencillamente porque hasta hace una
semana no he tenido ocasión de ver el interior de la basílica y creo que merece
la pena compartir esta maravilla tan singular apoyándome en unas cuantas de mis
fotografías, como siempre. Voy a enfatizar mi condición subjetiva y dar mis
impresiones, huyendo en lo posible de las informaciones detalladas que se
pueden encontrar fácilmente en internet para el que tenga interés. Otra razón para
ello es también más personal, pues el conjunto artístico me recuerda a mi afición
aeronáutica por la sensación que me produce, así como debido por el cuidado
diseño técnico del propio Gaudí basado en la observación de la naturaleza (desarrollo
reglado de paraboloides e hiperboloides, impeliendo una especie de torsión
ascendente a modo de sacacorchos en movimiento con los primeros y de luz con
los segundos). Dicen que se inspiró también en las montañas de Montserrat, cosa
que me parece muy plausible. Me digo yo que la basílica hubiese estado mejor ubicada
en esa zona, haciendo juego con estas formaciones montañosas; con un poco de
imaginación y un mucho de photoshop,
la verdad es que estaría más propia en esos bellos parajes. ¿A que sí?
Esto me recuerda que el conjunto
arquitectónico tal como está hoy parece prisionero a modo de Gulliver de los
liliputienses, catalanes en este caso,
pues pese a que en los inicios se pensaba para su localización en una zona
alejada del centro que tuviera una considerable amplitud, se ubicó en el
llamado “ensanche de Barcelona” y sucedió lo que tenía que pasar: que la ciudad
se ensanchó. Gaudí había tratado de anticiparse diseñando en 1916 una amplia
base de forma octogonal que permitiera la contemplación del monumento desde
todos los ángulos, pero le sucedió lo mismo que al terreno: se lo fueron
comiendo poco a poco por afanes urbanísticos y la estrella octogonal se
convirtió en cuadrangular y finalmente ni siquiera eso.
En 1975 se pensó en extender la zona con una
planta en forma de cruz rodeando al monumento por cuatro zonas ajardinadas,
pero finalmente solamente se salvaron dos, en la parte frontal y en la
posterior.- Contemplando el templo desde la lejanía del castillo de Montjuich,
la sensación que produce el templo es como de una seta que surge entre multitud
de edificios, asfixiándolo. Ejemplo de voracidad urbanística, que ahora ya
tiene difícil solución. Así es como está hoy…
Vayamos ya a la visita en sí. Entrando
por la puerta sur (la del norte es solamente para grupos) se encuentra uno con
un diseño muy particular de Gaudí para el conjunto (la fotografía del diseño
está en la casa de Gaudí) y que ya fue ensayada por el propio autor en su
Parque Güell: columnas inclinadas convergiendo hacia las alturas enmarcando a
modo de pórtico escenas de la Pasión de Cristo. Las esculturas son postmodernas
de Josep Mª Subirachs, con rasgos muy marcados y de líneas sencillas; no son realistas,
pero no dejan de ser sugerentes dando
prioridad al gesto sobre la propia figura. Me pregunto si Gaudí estaría
conforme al verlas, pero viendo su boceto, desde luego sí que se mantiene una
gran similitud, cosa que pudiera verse falseada al tratarse de un dibujo
esquemático (las figuras recuerdan precisamente a eso, a un boceto sin
terminar), pero personalmente me parecen originales y en consonancia con el
estilo modernista de la basílica.
Las escenas de la Pasión son fácilmente reconocibles: la Crucifixión, el
beso de Judas, la Flagelación, etc.; hacer notar que estas esculturas de
Subirachs son muy recientes, entre 1987 y 2009. La intención de los rostros
angulosos podría ser el causar cierto efecto dramático, cosa que el propio
Gaudí es probable que también lo quisiera casi un siglo antes, viendo su
boceto. Algunos rostros transmiten vívidamente tristeza y dolor…
Quiero destacar un misterioso cuadro formado por varios números al lado
del conjunto del “beso de Judas” y a la izquierda de la impresionante puerta de
bronce, que parece un crucigrama numérico y que tiene un evidente sesgo cabalístico.
Se trata de un cuadrado
mágico de 16 cifras que, sumando cuatro de ellas en cualquier
sentido, siempre resulta 33, la edad de Cristo al morir; se pueden hacer 310
combinaciones distintas. Por otro lado, siguiendo con esto de las
interpretaciones cabalísticas, al sumar las dos únicas cifras que están
repetidas (10 y 14) da 48, el mismo número que la palabra INRI al sumar la
equivalencia de sus letras en números según el alfabeto
latino (A=1, B=2, etc.). La verdad es que esto último parece un poco
cogido por los pelos, pero ahí está el cuadrado (ver la foto)
y ampliada para ver mejor el cuadrado:
La polémica podría surgir si comparamos
este tipo de esculturas con las otras de la puerta norte de dedicadas al
nacimiento de Cristo, mucho más clásicas, y alguien podría clamar por la
evidente falta de homogeneidad, pero… ¿y qué? Pues pienso que no es problema, ya que es
imposible ver ambas puertas al mismo tiempo, así que no veo necesario que
mantengan uniformidad. Los grupos escultóricos están resueltos con una piedra
más clara, haciendo que destaquen sobre el fondo, lo que es de agradecer. Gaudí
pensaba que fueran de colores.
La fachada
del Nacimiento fue construida entre 1894 y 1930. La escultura original es de Carles Mani,
Llorenç Matamala y Joan Matamala,
con aportaciones posteriores de Jaume
Busquets, Joaquim Ros i Bofarull y Etsuro Sotoo, último que trabajó en la fachada y que dio
por finalizada el año 2000.
A destacar el conjunto del Árbol de la Vida, por el
que comenzamos.
Vamos ya al
interior. En 1987 se inició la cimentación de las naves, en 1997 se completaron
las bóvedas laterales y se empezó la central, finalizada en 2010. Como todo en
el templo, se trata de ser lo más fiel posible a las ideas de Gaudí, aunque
esta tarea se vio dificultada por la quema de la cripta en los años 30 junto
con otras iglesias previamente a la guerra civil, al perderse documentos
originales que se han tratado de reconstruir posteriormente.
Para la decoración interior, Gaudí
evolucionó desde un primer proyecto gótico hacia un estilo personal, orgánico,
inspirado en las formas de la naturaleza: para librarse de los contrafuertes
góticos, ideó el uso de columnas en forma de tronco de árbol con sus ramas y
hasta con las hojas, pues el final son dientes de sierra que simulan el
conjunto de las hojas. Esto permite a su vez descargar el peso de las cubiertas
directamente en el suelo, solución práctica a la vez que estética, ya que
convierte el interior de las naves del templo en un espacio que semeja un
bosque, como digo, identificándose el tronco, las ramas y el follaje.
El templo
contiene un total de 36 columnas, que oscilan entre 11 y 22 metros de altura
(el tronco) que después se van dispersando hacia arriba y con bases de polígonos
estrellados de varios lados según su ubicación: 6 (naves laterales), 8 (nave
central), 10 (torres de los Evangelistas), 12 (torre de Jesús). Los materiales
de construcción varían desde la piedra de Montjuich al granito,
basalto
o pórfido.
El efecto logrado es gran ligereza y de acercamiento al Cielo, debido al efecto
de gran altura conseguido; si alguien me preguntara mi estimación de la altura
interior del templo, diría que es por lo menos de 70 metros; sin embargo, las
bóvedas están a 45 metros “solamente”.
Estas
bóvedas son hiperbólicas, construidas con baldosas de mosaico veneciano. Gaudí
utilizó la técnica de la bóveda
catalana o «bóveda tabicada», que consistía en la superposición de
varias capas de ladrillos con argamasa. Las cubiertas
son de forma piramidal, coronadas por una linterna y un farol. Los ventanales
están pensados para distribuir una iluminación suave y armónica y crear un
efecto de recogimiento, de forma geométrica abstracta. Gaudí realizó profundos
estudios acústicos y lumínicos para conseguir una perfecta sonoridad e
iluminación en el interior del templo; el efecto logrado es impresionante,
aunque probablemente más colorido de lo que él hubiera podido sospechar,
restando algo de ése recogimiento que pretendía, siendo sustituido por un
efecto más optimista y alegre. El interior, en mi percepción, carece de esa
seriedad oscura y amenazadora de las antiguas catedrales góticas y logra, sin
embargo, un acercamiento a la Divinidad de una manera más amable.
La cúpula del ábside está cubierta con un mosaico dorado representando
las vestiduras de Dios cubriendo la bóveda celeste, realizado con dos formas
geométricas básicas: un triángulo (Dios) dentro de un círculo
(el mundo como creación).
Muy visible sobre el altar hay un baldaquino de metal - sujeto por tirantes-
de forma heptagonal, con un lampadario
de 50 candiles del que cuelga Jesús en la Cruz. Tengo que decir que, que yo
sepa, baldaquino es un templete de
cuatro columnas, al estilo del de S. Pedro y de otras muchas catedrales y en
éste no hay ninguna columna. Francamente, me recuerda a un parapente con
iluminación navideña, dicho sea con todos los respetos; la impresión es desde
luego, muy aérea y sugiere que Jesús se apresta a aterrizar sobre el altar, lo
que le quita algo de seriedad al conjunto. Desconozco si esta idea es muy
antigua o no; estéticamente, me parece muy bella, pero también poco acertada
aquí por la razón expuesta. En su descargo, si el autor de la idea fue
ciertamente Gaudí, es que a principios de siglo no estaba muy popularizado el
parapente y la aviación estaba todavía en mantillas, por lo que no se le podría
haber ocurrido esta asociación…
Volviendo a tierra, la sinfonía de
luces y colores continúa:
Las columnas principales están
dotadas en su parte superior de una especie de medallones iluminados, cuatro de
los cuales están dedicados a los Evangelistas, deduzco, pues el nombre está en
catalán: Marc, Luc, Mateu y Joan, cada uno de diferente color.
Tengo que hacer una mención muy especial a las
escaleras; nunca he visto nada parecido: altas y estilizadas, parecen que
quieren perforar la estructura como un berbiquí. Una más sencilla y otra dotada
de paredes perforadas, pero en cualquier caso perfectamente encajadas con el
entorno, sin que realcen excesivamente, pero destacando a su vez por su
originalidad.
En el interior me sorprendió encontrarme con
otra estatua de Subirachs representando a San Jorge, en un lugar más diáfano a
los pies de la planta en cruz de la basílica, en lo alto. La verdad es que el
conjunto resulta armonioso y con líneas sencillas, contrastando con tanto
hiperboloide y retorcimientos típicos de Gaudí.
Incluso el empleo del plástico transparente rodeando un elevador resulta
poco chocante.
Igual sucede con los inacabables juegos de luces, a veces reflejadas en
las paredes:
Me han llamado también poderosamente la atención los techos inclinados
de ambas naves laterales; son de formas triangulares y romboidales predominando
colores verdosos y anaranjados (según el ángulo con el que se mire) y todo el
conjunto está iluminado de forma indirecta y a la vez casi cegadora desde el
fondo, obteniéndose así una sensación que podría denominarse “celestial”: “la luz al final del camino en este mundo”…
He de decir que el conjunto me subyugó.
El moderno órgano
consta de dos cuerpos, (¡que suman nada menos que 1492 tubos! - ¿tendrá algo
que ver con el descubrimiento de América?)
y de tres teclados, dos de ellos manuales y el tercero de pedal. Tiene
26 registros, es decir, 26 tipos de sonidos diferentes, y se sirve de
ordenadores que memorizan combinaciones de registros y sonidos para que el
órgano pueda sonar solo, sin necesidad de un organista.
Se ve que la
iglesia se moderniza y también elimina empleados… el siguiente paso será grabar
en vídeo las ceremonias religiosas y soltárselo a los fieles en modo automático
después de dar a un botón en la entrada; ¡qué tiempos! Desde luego, el interior de esta basílica se
presta a ello; es como una fantasía modernista de Alicia en el país de las
Maravillas… Impresionante, original y único.
(Una vez que hayáis contemplado suficientemente a la
guapa turista, echad una ojeada al fondo de la fotografía, a los incansables
turistas sacando fotos a las alturas… ¿no se cansarán?)
Al salir de allí, me encontré con los
reflejos de la basílica en una vidriera, como fundiéndose con el entorno:
Como colofón,
he recordado que hace algún tiempo tuve una simpática diatriba epistolar con
nuestro querido compañero Antón González Capitel, en relación a las diferentes
opiniones que teníamos respecto a este monumento; yo lo defendía y él lo
atacaba, arquitectónicamente, claro. Él ensalzaba la torre Agbar, como icono
del modernismo catalán o sencillamente por sus atrevidas formas arquitectónicas,
destacando igualmente entre una selva de edificios al final de la Diagonal.
Como ya dije antes, sobre gustos artísticos no hay nada escrito y es muy
posible y acepto (con alguna dificultad) que dicha torre tiene una belleza
soterrada en la limpieza de sus formas, pero pienso que no es algo que se pueda
comparar fácilmente con nuestra basílica.
Antón me dedicó como final de nuestra polémica y con
gran sentido del humor una foto en la que se veía cómo una de las torres del
templo era en realidad un cohete que salía disparado al Cielo; pienso que con
esto en cierta forma se descubre esa similitud oculta entre ambos edificios,
pues los dos conllevan formas fusiformes, aunque para la torre Agbar toda ella ya
parece una bala de cañón.
En
cualquier caso, no he podido evitar llevarme por la tentación de mostrar una
imagen peculiar de nuestro templo siguiendo la misma broma; que me disculpen
los que puedan sentirse ofendidos por el mal uso que hago de las torres de
Gaudí.
Ah, pero lo
mismo he hecho por razones de equidad con la torre Agbar; que cada cual elija
la versión que le parezca más apropiada…
Estupendo reportaje. El templo me parece excesivamente barroco inmerso en el modernismo floral y vegetal.
ResponderEliminarLa profusión de amplias vidrieras de colores crean una atmósfera muy lejana a la debida concentración espiritual de los creyentes (ambiente de discoteca).
Es difícil crear unas vidrieras modernas de colores (fiasco de la Almudena), fundamentalmente porque el número de porciones por m2 es mucho menor si las comparamos por vidrieras góticas que iluminaban lo suficiente, sin deslumbrar. Más que vidrieras son pequeñas ventanas juntas.
Sí; he mencionado algo parecido en el sentido que la luz del interior no invita al recogimiento y mucho menos al temor de Dios, pero sí creo que logra acercarlo de forma más amable. No estoy de acuerdo en que recuerde a una discoteca; hombre, si a alguien se le ocurre poner a girar los farolillos, quizás...
ResponderEliminarMi crítica iba al baldaquino; desde luego, recuerda demasiado a Jesús aterrizando cerca del altar en parapente...
Signo de los tiempos.
ResponderEliminarNo es el temor de Dios ni la manifestación de apabullante superioridad que está en las catedrales góticas.
Signo de los tiempos es también que lo que menos invita a el recogimiento son los miles de turistas cámara en mano.
Y ya puestos, gracias por tu reportaje y las maravillosas fotos.